Es cada vez más habitual ver a Jim Carrey en papeles serios, alejados de aquellos que le hicieron famoso en sus orígenes. Atrás quedaron esos años donde robaba carcajadas metidos en la piel de Ace Ventura o La Máscara.
En esta ocasión el actor canadiense se mete en la piel de Walter Sparrow, un bromista trabajador de la perrera municipal que sufrirá, el día de su cumpleaños, la mordida de un canino cuando intentaba reducirlo. Este hecho provocará que llegase tarde a recoger a su esposa que, para hacer tiempo, se mete en una librería. Allí le comprará a Walter un extraño y único ejemplar llamado: El número 23.
El manuscrito absorberá totalmente a nuestro protagonista, convirtiendo al vigesimotercero en toda una obsesión. No hay aspecto de su vida, tanto pasada como presente, que no tenga relación con estos dos dígitos, y las casualidades lo son cada vez menos para Sparrow.
Este es el punto de partida del guión escrito por Fernley Philips, que tiene la virtud de enganchar al espectador desde los primeros momentos, culminando en un giro final, tan inesperado como sorprendente. Una historia donde se nos muestra como una persona puede llegar a obsesionarse, casi destructivamente, buscando coincidencias en todos los aspectos de su vida.
La película cuenta además, con la ayuda de ser muy visual, sobre todo en las partes donde se nos narran las líneas del libro que va leyendo el personaje interpretado por Carrey. En estos episodios comienza siendo todo muy colorido, para ir, poco a poco, tornándose en tonalidades más frías, en una proporción directa al grado de obsesión de Fingerling, el autor y protagonista del escrito.
Para plasmar todo esto en la pantalla se contó con un director especialista en el género del suspense, como es Joel Shumacher. Este neoyorkino, que cuenta en su filmografía con reconocidas obras como Un día de Furia o Última Llamada, sabe sacar la esencia fundamental del guión y mostrárnosla en la gran pantalla a base de cambios constantes de ritmos. Consigue combinar perfectamente la tensión generada por el personaje protagonista del libro, y el grado de obsesión que va adquiriendo Walter Sparrow a medida que va enlazando fechas y letras con el número que da título a la película.
Un Walter Sparrow al que da vida un notable Jim Carrey. A medida que se va desarrollando el guión, el rol que adquiere el actor se hace cada vez más creíble, mostrándonos perfectamente como va cambiando su personalidad a medida que va creciendo ese trastorno obsesivo.
Junto a él, encontramos a Virginia Madsen, que da vida a Agatha Sparrow, la esposa del personaje principal de la obra. La actriz cumple perfectamente con su cometido, representando la parte sensata del film y uno de los roles fundamentales para dar ese giro final con el que sorprende la historia.
El trío de papeles principales lo completa Danny Huston, que a pesar de tener una intervención totalmente secundaria, elabora su cometido con suficiencia. Y es que la historia prácticamente se cuenta con estos tres personajes más, las intermitentes apariciones, de Logan Lerman que interpreta al hijo de Walter y Agatha.
Un film de este tipo requiere una música acorde a la tensión que se va generando, y nadie mejor que Harry Gregson-Williams para llevarla a cabo. Sus partituras, algo alejadas del preciosismo sonoro, se ensamblan perfectamente con el comportamiento obsesivo del protagonista, convirtiéndose en otro de los puntos a destacar del film.
El número 23 es una de esas obras que consigue sorprender, agradablemente, a aquellos que se esperan poco o nada de un thriller protagonizado por Jim Carrey. Si juntamos una atractiva premisa y una resolución totalmente inesperada, nos encontramos con una película muy interesante, entretenida y que es un buen ejemplo de, como un simple número puede llegar a convertir, a una persona aparentemente normal, en un auténtico neurótico.
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