viernes, 19 de agosto de 2011

Crítica de Super 8, lo último de Abrams y Spielberg.



Ayer jueves, unas horas antes del estreno oficial en nuestro país de la última producción de Steven Spielberg, algunos privilegiados tuvimos la oportunidad de disfrutar de una maratón organizada por la cadena de salas cinematográficas Yelmo Cineplex.

Este evento contaba además de con el pase exclusivo del preestreno de Super 8, una proyección previa de uno de los mayores éxitos del cine de los 80 y una de las mejores obras creadas por el rey Midas de Hollywood. Y es que no todos los días no se puede ver ET en gran formato, a pesar de los pequeños problemas técnicos que tuvo la película en sus comienzos, quedando claro que los técnicos de la sala están mas acostumbrados al manejo de los sistemas de proyección convencionales que al de los reproductores digitales.

Fue todo un placer volver a disfrutar de este clásico de la ciencia ficción a la que, a pesar del tiempo que ha pasado desde su estreno, no ha envejecido como otras tantas, deslumbrando con la simpatía del personaje y dejándonos un sinfin de detalles de una de las mejores épocas que ha conocido el séptimo arte.

Con este buen sabor de boca y tras un pequeño descanso se daba paso a uno de los grandes estrenos de este verano. Y es que las expectativas puestas en el nuevo trabajo del creador de la exitosa Perdidos eran muchas. Por un lado el binomio formado junto a Spielberg auguraba algo grande y, por otro lado, se esperaba su asentamiento como uno de los directores de mas talento de la última década.

Ya desde los primeros minutos de metraje uno comienza a embriagarse de una atmósfera más cercana al cine de hace dos décadas que al actual. Y es que son muchos los detalles que nos transportan a esta época que, para los que tuvimos la oportunidad de vivirla en una temprana edad, nos trae tan gratos recuerdos.

Es inevitable ir comparando la película con grandes "clásicos" del cine familiar como Los Goonies (Richard Donner) o ET a medida que se va desarrollando el guión. Pero este tipo de cine es lo que tiene, sobre todo cuando los protagonistas son un grupo de niños de una pequeña población en la que casi nunca ocurre algo extraordinario y, que montados en sus bicicletas, deciden vivir un sueño. Si en Los Goonies Sam Austin y sus amigos buscaban un tesoro perdido, en esta ocasión Joel Courtney y sus jovenes compañeros tienen entre manos rodar un cortometraje que les permita ganar un prestigioso certamen cinematográfico. Este es el punto y partida de un film que comienza de forma apacible pero que, poco a poco, va adquiriendo un ritmo frenético.

Y es que el director lo llevaba bien aprendido de "Monstruoso", y ha sabido ocultar la enigmática criatura hasta casi el final de la película, lo que aumentaba el nivel de misterio de la obra, dejando al espectador con la duda de ver este temible ser que, por casualidad o no, tenía bastantes similitudes con el que aparecía en este original film. Una criatura creada digitalmente que no desentona para nada con los paisajes reales, pero al que le puede faltar algo de carisma. Y es que a pesar de no tener nada que ver con ET, el final del film nos da la impresión que han querido dotar de humanidad a una criatura que para nada lo necesitaba. Es quizás este final lo mas flojo de la película, y es que tras una trama realmente atractiva con unos jóvenes actores que realizan su propósito a la perfección, este desenlace queda algo descafeinado y poco creíble.

La estupenda fotografía de Larry Fong nos deja un curioso efecto en las escenas nocturnas, y es que son bastante notables los reflejos de color azul que aparecen durante las escenas exteriores. Un símil entre la obra en sí y el comportamiento de las lentes de las cámaras de videoaficionados que utilizan los niños durante los rodajes de su cortometraje. Si bien puede llegar a molestar en un principio, llega un momento en que te llegas a acostumbrar aunque a mi, personalmente, no me guste tal efecto.

Michael Giaccino, habitual de las producciones de Abrams, es el encargado de ponerle música a esta espectacular superproducción, en la que se combinan movimientos rápidos y estridentes con otros mas melódicos, obteniéndose una buena composición que siempre nos dejará con la duda de como hubiese sido si se la hubiesen encargado al maestro Williams.

Podemos resumirla como puro entretenimiento al mas típico estilo de los 80, en la que se nota la mano de Spielberg y que nos captura por su sencillez y fluidez narrativa. Una película para ver en familia y que no decepciona ni a niños ni adultos.

Por cierto, prohibido no quedarse a ver los créditos ya que nos sorprenderán con una grata sorpresa que nos hará dejar la sala con una amplia sonrisa.
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