jueves, 20 de diciembre de 2012

Crítica de Snatch, cerdos y diamantes



Hay directores que intentan innovar en este curioso mundo que es el séptimo arte. Unos lo hacen estudiando nuevas tecnologías y otros reinventando lo ya existente, pero tanto en un caso como en otro pueden caer en los excesos y, lo que podría haber sido una buena innovación, termina por no lograr su objetivo.

Este es el caso de Guy Ritchie, un director que a pesar de tener un buen conjunto de ideas para sorprender en sus rodajes, no ha conseguido conectar plenamente con el espectador. Sus continuos cambios de plano en muchas ocasiones te hacen perder la noción de los sucesos, y aunque resulta muy efectista el efecto es mas negativo que positivo. El cineasta inglés ha utilizado esta técnica desde sus primeras obras hasta la última entrega de Sherlok Holmes... y Snatch no iba a librarse.

Esta película se va a dividir en dos historias paralelas, simultáneas en el tiempo y que van a converger en un momento dado. Por un lado tenemos la trama del robo de un enorme diamante, que ha de ser entregado en Londres a un tasador y que será codiciado por más de un personaje. Al otro lado tenemos un combate de boxeo ilegal, con sus apuestas y su correspondiente amaño como no podía ser menos. Dos historias que en un principio no tienen relación, pero que poco a poco se irán entrelazando para alcanzar un destino común.

Si algo tiene esta película que la difiere del resto del género es la cantidad de personajes, tan distintos unos de otros, que se van cruzando en ambos argumentos. A todos ellos se les conoce por un Alias y serán presentados, en formato serie setentera, al comienzo del film como parte de los créditos iniciales. Este detalle ya nos indica que vamos a contemplar un film que se va a salir de lo acostumbrado. Una vez vista la película podemos afirmar que es totalmente cierto.

El guión del propio Guy Ritchie no tiene nada que ver con lo que entendíamos como cine criminal, desviándose de los grandes dramas del género. Si entendemos este film como algo serio y profundo, nos puede parecer que nos han tomado el pelo. La película hay que visualizarla como una comedia con leves pinceladas de cine negro. Muchos la han catalogado como del estilo de "Tarantino", pero nada mas lejos de la realidad. Las obras de Quentin tiene un trasfondo y una profundidad que, desgraciadamente, Snatch no posee.

A pesar de ello esta producción, de seis millones de libras, consigue enganchar con el espectador a base de situaciones ridículas y mucha acción. La historia que nos cuenta el Turco, con la habitual voz en off de las producciones del director, puede parecer mas complicada en un principio de lo que resulta ser al final. Y es que el ir y venir de tantos personajes, te lleva a la confusión en el planteamiento argumental durante los primeros minutos de metraje. Un colage de situaciones tan extrañas como sorprendentes que, poco a poco, van dando forma a un guión que, a medida que avanza la acción, va tomando sentido.

Si bien la historia no cuenta con un protagonista propiamente dicho, el primer nombre que nos viene a la cabeza es el de Jason Statham, que narra desde la visión del personaje del Turco como van ocurriendo los hechos. Su interpretación se aleja mucho de lo que nos tiene acostumbrado, con su habitual estereotipo de héroe de acción. En esta ocasión es un hombre de negocios, que ha de tratar con lo mas ruin, en busca de obtener ganancias con la celebración de combates de boxeo clandestinos.

Su mano derecha es Tommy, al que da vida Stephen Graham. Su rol es el del típico socio que, por una cosa u otra, siempre termina metiéndose en líos, arrastrando a los que tiene a su alrededor. Su papel es clave para entrelazar las dos tramas que se van cruzando, cumpliendo a la perfección con lo que su personaje exigía.

Otra de las caras que llaman a la vista del reparto es la de Brad Pitt. El actor estadounidense tira de físico para dar vida a Mickey, un gitano al que apenas se le entiende hablando, pero con un mayor coeficiente intelectual que el que se le puede atribuir en un principio. El personaje es de lo mas original que nos podemos encontrar en el film, y Pitt realiza una buena labor con él.

Benicio del Toro, un habitual del género, es otro de los muchos talentos que circulan por la película. Su papel de Franky Cuatro Dedos  es quizás mas secundarios de lo que nos tiene acostumbrados, pero es otra de las claves de la historia. Una actuación aceptable para el intérprete puertoriqueño.

Dennis Farina, Vinnioe Jones o Mike Reid son otros de los muchos nombres que van apareciendo a lo largo de la hora y media larga de metraje. Ninguno de ellos llega a tener un papel propiamente principal, pero entre todos hacen que este lioso entramado vaya tomando forma y termine teniendo sentido.

John Murphy, un compositor que ha encaminado sus composiciones hacia la temática del thriller le pone sonido a este curioso film. Sus acordes se alejan bastante de lo que el género nos tiene acostumbrado, en parte motivado por el tono cómico con el que es tratada gran parte de la trama. Otro de los aspectos de se escapa de lo típico son los títulos iniciales, presentando uno a uno los personajes a modo de viñetas y acompañados de una potente melodía.

La fotografía es obra de Tim Maurice-Jones que repite con Ritchie tras la exitosa Lock & Stock, y que hemos podido ver últimamente en La Mujer de Negro. Las capturas que realiza concuerdan totalmente con lo que el guión exige, ensamblándose perfectamente con la forma de rodar del director inglés y sus continuos movimientos de imagen.

Sin ser una de las obras cumbres del género, Snatch resulta un producto entretenido. Diversión en estado puro lleno de momentos cómicos y mucha violencia. Esta es la formula para convertirla en una de las recordadas cuando se habla del cine criminal moderno y las causas de sus buenas puntuaciones en las páginas especializadas. Un film sin pretensiones que se deja ver muy bien y que gana con posteriores revisionados.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

Crítica de Heat


Cuando hablamos de cine negro siempre nos viene a la cabeza los grandes clásicos del género como El Padrino, Uno de los Nuestros o Erase una vez en América. Obras de elevado nivel que pusieron los cánones del que se han ido alimentando muchas producciones posteriores y más modernas. Todas ellas tenían en común que se desarrollaban en épocas pasadas, cuando las organizaciones y familias dominaban los barrios obreros de las ciudades mas importantes del otro lado del charco.

Con la llegada del cine más actual estas tramas, complicadas de seguir en algunos casos, se fueron dejando de lado en detrimento de un cine más directo y menos "inteligente". La acción se sobreponía al drama, ofreciéndonos historias muy fuertes visualmente, pero con un contenido bastante plano y casi carente de interés.

Pero de vez en cuando aparece un film que hace revitalizar al género en concreto y lo vuelve impulsar para satisfacción de los espectadores en general y de la crítica en particular. Este es el caso de Heat, uno de los grandes thrillers de los 90 que es todo un ejemplo de como se puede combinar una buena historia con grandes dosis de escenas de acción. Un cocktail de situaciones tensas que hacen de esta película una de las mejores obras del género de la década.

Michael Mann se pone tras las cámaras para dirigir un elenco de actores de renombre que es uno de los grandes reclamos de la obra. Y es que no es común encontrar tantos y tan buenos actores compartiendo un mismo guión. Si ya de por si la historia era bastante atractiva, ver a dos de los pesos pesados del celuloide cara a cara era determinante para conseguir llenar las salas cinematográficas durante el tiempo que permaneció en cartelera. Y es que ya solo en su país de origen se había conseguido amortizar los 60 millones de dolares que tenía de presupuesto.

El guión del propio Michael Mann nos lleva hasta Neil McCauley, un experimentado ladrón que ha conseguido reunir un grupo de fieles colaboradores con los que comete robos a gran escala. Su vida está libre de ataduras, destinando su tiempo a organizar los futuros asaltos y cuidar de los que tiene a su alrededor. Este "padrino" de los noventa recibe el encargo de un último gran golpe. Un robo a un banco que le ofrezca unas suculentas ganancias y una buena oportunidad de desaparecer... durante un tiempo al menos. Pero no todo es tan sencillo ya que el teniente Vincent Hanna le va siguiendo los talones y hará todo lo que esté a su alcance para frustrar el robo y, de paso, terminar con la delictiva carrera de Neil.

A groso modo este es el planteamiento inicial que nos muestra el director nacido en Chicago, que así contado nos puede parecer muy típico. Pero a diferencia de otras producciones el guión no solo se centra en los hechos y va más allá, profundizando en cada uno de los personajes, dejando de lado cualquier síntoma de superficialidad dramática. Y es que esta película no hubiese sido lo mismo de no haber conseguido enfrentar, cara a cara, a dos de los grandes pesos pesados de la interpretación hollywoodiense.

Tanto Robert de Niro como Al Pacino están realmente espectaculares. El primero como meticuloso delincuente, que intenta tenerlo todo bajo control para que nada se desvíe del plan original y protector autoproclamado de todos los que trabajan con él. Sin amores ni ataduras, su rol requería una psicología fuerte y de rápidas decisiones. Al otro lado del ring el personaje de Vincent, un oficial de policía que ha contraído matrimonio en múltiples ocasiones y que antepone su trabajo a cualquier otro aspecto de su vida. Obsesivo y frío, Al Pacino nos deleita con escenas memorables que nos va a costar olvidar.

Si por separado nos ofrecen buenos minutos, cuando Mann consigue situarlos en el mismo espacio-tiempo el resultado es notable. Esto ocurre en dos ocasiones, una primera con dialogo cargado de sinceridad por ambas partes y donde se vislumbra algo más que un mero enfrentamiento entre ambos. El segundo de los momentos es uno de los pasajes con mayor adrenalina del film. Un affaire que va a decidir el desenlace de la historia y que denota ese "vinculo" que se ha ido forjando entre ambos personajes.

Junto a ellos destaca el nombre de Val Kilmer, la mano derecha de McCauley y otro de los personajes centrales de la obra. El angelino realiza aquí una de sus mejores interpretaciones, dando vida a un personaje condicionado por el juego y por el amor a su esposa. Rol que recae sobre la guapa actriz Ashley Judd, que realiza una actuación muy notable y destacada, a pesar de tener un papel muy secundario.

Completan el reparto actores de la talla de Ammy Brenneman, Tom Sizemore o Danny Trejo al que próximamente veremos en la segunda entrega de Machete. Otro de los rostros que nos llama la atención es la de una jovencísima Natalie Portman. La oscarizada actriz se mete en el papel de hijastra de Vincent que, a pesar de que en un principio nos pueda parecer que se los pordrían haber ahorrado, es fundamental en el desenlace del film. Su madre, Justine Hanna es otro de los pilares sobre los que se asienta el teniente de policía. Diane Venora, que es quien da vida a la esposa de este adicto al trabajo, es otra de las gratas interpretaciones del film, focalizando en ella casi toda la carga dramática del personaje interpretado por Al Pacino.

Elliot Gondenthal tenía como misión componer una banda sonora con mucha tensión y que enfatizase el enfrentamiento entre estos dos grandes de la interpretación. El resultado final nos hace sentir que lo ha conseguido con unas partituras cargadas de fuerza que se ensamblan perfectamente con la fotografía de Dante Spinotti. Rodada con unas tonalidades poco coloridas y muy caóticas, es un símil del complicado y oscuro mundo en el que se desenvuelven los personajes. Todo un acierto para un director de fotografía que repetiría dos años mas tardes en el género con L.A. Confidential.

Con todo lo expuesto podemos afirmar que Heat es una de las mejores obras sobre lo que muchos denominan como cine criminal moderno. Un film cargado de buenos momentos, con escenas de robos realmente espectaculares, tiroteos y un cara a cara que, a pesar de haber sido copiado hasta la saciedad en posteriores ocasiones, es de lo mejor que podemos ver en el género. De Niro y Al Pacino en su máximo esplendor que nos dejan una película de las que marcan época.
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