miércoles, 4 de septiembre de 2013

Crítica de Cashback


Muy de vez en cuando nos encontramos con algunas producciones, de no muy elevado presupuesto, que se convierten en gratas sorpresas para los aficionados a esto del séptimo arte. Uno de estos casos, cada vez menos usuales, es el de Cashback,  un film escrito y dirigido por un casi desconocido Sean Ellis.

Esta película nació a raíz de un corto que, en el año 2004, fue nominado a los Oscars en su categoría. Aprovechando que había tenido un éxito moderado, el director británico optó por aumentar su duración y convertirlo en un largometraje de hora y media, haciendo uso del mismo equipo de actores.

La historia nos narra el sentido que toma la vida de Ben Willis tras romper con su novia. A partir de aquí, este joven estudiante de bellas artes, comenzara a padecer un insomnio crónico que le llevará combinar sus estudios durante el día con un trabajo como limpiador de un supermercado de horario nocturno. De esta forma, logrará mantener ocupadas sus, hasta ahora, desaprovechadas horas de sueño, en un intento por olvidar su ruptura amorosa.

Podemos considerar este el punto de partida a partir del cual, el film nos muestra una comedia que se separa bastante de los patrones de la clásica comedia inglesa. Pero, lejos de lo que cabría esperar, sorprende por su frescura y por el estilo con el que están rodadas muchas de sus escenas. Y es que el film tiene una estética mas propia de un videoclip que de una película convencional. Sobre todo, en las escenas en las que el joven protagonista avanza a través de un mundo totalmente inmóvil. Un efecto bastante llamativo, que se repite en no pocas ocasiones, pero que en todas ellas consigue llamar la atención.

El gran trabajo del equipo de efectos visuales y del director de fotografía, Angus Hudson, sirve para, por un lado, poner en duda al espectador hasta el final de la obra y, por otro, una forma bastante curiosa e intuitiva de plasmar en la pantalla algunos de los efectos que conlleva esa alteración denominada insomnio. Todo ello combinado con muchas líneas de voz en off que expresan, en cada momento, el sentir del protagonista.

Y todo ello a base de humor y situaciones bastante absurdas, como las que llevan a cabo los compañeros del supermercado de Ben. Tanto Michael Dixon como Michael Lamborne están sobresalientes en sus roles. Ellos son los culpables de la mayoría de las escenas cómicas, gracias a su espontaneidad y gesticulaciones exageradas.

El papel principal lo interpreta Sean Biggerstaff, al que vimos como componente del equipo de quidicht en la segunda y tercera entrega de la famosa saga Harry Potter. A pesar de no hacerlo mal del todo, a su interpretación le falta un poco más de fuerza. Si bien su personaje se encuentra bajo los efectos del insomnio, no por ello debe dejar de lado toda expresividad facial y actual como si estuviese flotando sobre una nube. Este es quizás uno de los aspectos más flojos de la obra.

Junto a él encontramos a la actriz Emilia Fox, que nos sonará de algunas series televisivas. Esta londinense se convertirá en la musa del personaje de Sean, y será otro de los pilares sobre los que se asienta la película. Cumple con suficiencia su rol, pero tampoco podemos decir que haga alardes de unas excesivas condiciones interpretativas.

Otro de los puntos a destacar lo encontramos en las partituras que le dan melodía a la película. Guy Farley, que lo más destacado que tiene es la banda sonora de El Caso Wells, consigue combinar magníficamente varios estilos musicales. Temas modernos y actuales son mezclados con otros más típicos del cine épico y de aventuras, que asombrosamente se ajustan a muchos de los momentos del film. Podemos ver una clara inspiración en compositores como Hans Zimmer  o Klaus Badelt en piezas muy apabullantes, y que no te esperas en este tipo de comedias.

Como podemos comprobar, la película se sustenta sobre actores prácticamente desconocidos, lo que añade un mayor mérito al resultado obtenido. Y es que trabajar con bajos presupuestos tiene este tipo de inconvenientes, pero en esta ocasión consigue convertirlo en una virtud a base de una buena premisa, momentos hilarantes y una serie de situaciones capaces de hacer dudar al espectador de lo que está viendo.

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