Dentro del género de terror, uno de los temas que mas juego ha dado siempre ha sido el de las posesiones y los exorcismos. No hay año que no se estrene algún film, de mayor o menor presupuesto, en el que este sea el tema central sobre el que gira la historia.
Si hay un director que se ha especializado en este tipo de argumentos es Scott Derrickson. Y no solo por dirigir films como El Exorcismo de Emilio Rose, sino por ser el guionista de aterradoras películas como las dos entregas de Sinister o la anteriormente mencionada sobre Emili Rose. Pero en esta ocasión además de crear el guión, junto a Paul Harris Boardman, se situa tras las cámaras para intentar ponernos los pelos de punta.
La historia nos traslada hasta Oriente Medio, donde un grupo de marines, en plena operación bélica, sufren un extraño incidente en unas grutas del desierto donde operaban. Tiempo más tarde, estos soldados comienzan a experimentar extraños comportamientos que se escapan de toda lógica. Perturbadoras aptitudes agresivas, que desembocan en extrañas muertes.
Sarchie es el inspector de policía al que se le a encargado un caso, que parece no tener ni pies ni cabeza, Pero si no eran suficientemente complicados estos macabros sucesos, se cruza un poco convencional sacerdote. Mendoza, que es como se llama, se irá involucrando en la trama hasta convertirse en una pieza clave para resolver la trama.
En principio el guió parece tener cierto atractivo, ya que mezcla temas tan recurrentes como el de las posesiones, los exorcismos y todo el aparato de investigación policial. Pero este tipo de mezclas no siempre salen todo lo redonda que desearíamos, algo que ocurre con Líbranos del Mal.
Eric Bana fue elegido para ser el reclamo del film. El actor australiano realiza un papel aceptable, pero no está al nivel al que nos tiene acostumbrado. Gran parte de ello la tiene el rol adoptado por el intérprete, al que el guión no le hace justicia. Hecho del que se aprovecha Édgar Ramirez, en su papel de misterioso sacerdote. Poco a poco este venezolano, se va haciendo el dueño del protagonismo de la historia, gracias a que consigue despertar en el espectador un interés especial sobre el personaje al que da vida.
El resto del reparto no merece una mención especial, ya que se limitan a cumplir con las exigencias del guión con suficiencia pero sin excelencia. Algo que también podemos aplicar a la oscura fotografía de Scott Kevan, al que podemos encontrar en los dos primeros episodios de la serie televisiva Constantine. Si algo tendríamos que destacar en este aspecto sería el uso de tonos grisáceos a lo largo de las casi dos horas que dura la obra.
Unas tomas muy oscuras, a las que pone música Christopher Young. Su partitura encaja bastante bien con la historia, siendo uno de los puntos mas favorables de esta producción. Sonidos intensos cargados de misterio que enfatizan las escasas escenas en las que realmente se quiere conseguir sacar la adrenalina del espectador.
Recapitularemos diciendo que Líbranos del Mal es uno de esos casos en los que una buena idea no siempre funciona. Una mezcla de distintos géneros que no llega a conectar con el espectador y que venden como una obra de terror sin serlo del todo. Un excesivo metraje aliñado con un final descafeinado y poco original, que nos deja un producto bastante discreto y poco atractivo para el espectador que busque un buen film del género.
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