sábado, 10 de noviembre de 2012

Crítica de THX1138


Hablar de THX1138 es hablar de George Lucas en estado puro. Esta puede considerarse el primer largometraje del director californiano que siempre ha sentido especial predilección por el género de la ciencia ficción.

Aunque esta obra poco o nada tiene que ver con su gran éxito, Star Wars, si que encontramos algunos puntos en común con la saga a pesar de ser leves pinceladas en un gran óleo. Es sobre todo en la utilización de efectos visuales, innovadores para comienzo de los 70, donde vemos la mano de este genio del séptimo arte.

El guión, obra del propio Lucas, nos lleva a una sociedad futura donde toda clase de sentimientos han sido usurpados gracias a las drogas que contienen los impulsos sexuales y afectivos de los ciudadanos. Similitudes que encontramos en obras mas recientes como Equilibrium o La Isla de Michael Bay, que adoptó algunos de los aspectos de este film.

THX, es el nombre genérico que se le da a los humanos que trabajan como operarios en esta sociedad, seguido del número de registro de cada individuo. Pero parece que estas siglas debieron caerle en gracia al propio Lucas ya que, años mas tardes, la vemos en muchas salas cinematográficas como certificación de una norma audiovisual patentada por el propio director.

En esta ocasión la historia se centra en el individuo 1138, que deja de tomar dichos "medicamentos" para descubrir un mundo que no tiene nada que ver con lo que sentía bajo el efecto de los estupefacientes. Esto le llevará a convertirse en un fugitivo del gobierno, perseguido por unos curiosos androides que hacen las veces de policías. A partir de aquí es cuando la obra toma diverso paralelismo con otro clásico de la ciencia ficción como es La Fuga de Logan.

Todo este mundo tejido por Lucas nos da una idea de la imaginación del californiano, y no es más que un pequeño ápice de lo que años mas tarde nos ofrecería con la idolatrada Star Wars. A lo largo del film ya se ven muchos de los artilugios futuristas mas tarde serían adaptados a numerosas superproducciones.

 Pero si algo caracteriza la obra es la frialdad que nos muestra la fotografía de Albert Kihn. Un homenaje al minimalismo desde las primeras secuencias y que tiene su punto álgido en la extraña prisión donde es encerrado el THX1138.

Robert Duvall protagoniza esta interesantísima producción con la complicada labor de meterse en la piel de un personaje sin sentimientos, mas próximo a una máquina que a un ser humano. Podemos decir que el actor cumple a la perfección con este cometido, pero tampoco podemos alardear de que realizase el papel de su vida, y es que el guión tampoco estaba para florituras.

Junto a él, Donald Plesance que borda su papel de visionario en un mundo donde uno no puede pensar por si mismo. Maggie McOmie o Ian Wolfe completan un reparto que sirve para contar una historia más que para mostrar el dramatismo de unos personajes.

Lalo Schifrin es el encargado de ponerle música a este extraño guión, en lo que es una partitura que huye de los típicos sonidos electrónicos pero que nos mete de lleno en el ambiente futurista de la obra. Composición que se ve reforzada por el extraordinario trabajo de Walter Murch en el aspecto sonoro, que juega un importante papel en el desarrollo del guión.

THX1138 no es una obra maestra, ni creo que llegue a considerarse como un film de culto en las futuras generaciones. Yo lo consideraría mas bien un film experimental, donde George Lucas expresó parte de lo que tenía en su cabeza a modo de ensayo antes de su gran space opera.

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