¿Qué ocurriría si juntásemos a uno de los directores de mayor reconocimiento y a uno de los actores más carismáticos de Hollywood? Sin duda el éxito estaría asegurado. Esto es lo que se hizo en Minority Report, juntando a Tom Cruise y Steven Spielberg en un ambicioso proyecto que recibió la crítica unánime de los medios especializados. Basada en la novela de Philip K. Dick, de la que han salido grandes obras como la idolatrada Blade Runner (uno de las mejores adaptaciones a la gran pantalla de una obra de ciencia ficción), la historia nos atrapa en un oscuro y frió futuro donde las investigaciones criminales han dejado paso a la predicción de los mismos. Este sistema preventivo va a provocar que los cuerpos de seguridad vaya siempre un paso por delante a los presuntos delincuentes. Se intervendría sobre la "potencia" y no sobre el "acto" como diría la filosofía clásica. Es aquí donde enlazan los denominados "precog". Unos seres que, con apariencia humana, son capaces de predecir los actos de violencia antes de que estos sucedan. Mantenidos en un medio acuático, se convierten en uno de los aspectos más originales y sorprendentes de la obra. Pero, como ocurre en la realidad, nada está exento de fallos y siempre se van a encontrar fracturas que, por pequeñas que sean, pueden derrumbar un sistema "casi" perfecto.
La historia nos lleva hasta uno de esos agujeros, en el que se ve implicado el personaje caracterizado por Tom Cruise. El actor nos deleita con una actuación digna de un buen trhiller de ciencia ficción, pasando de cazador a presa, en una muy buena interpretación, que nos hace recordar obras como El Fugitivo. Además, como ya hiciera en la saga Misión Imposible, él mismo rueda las escenas de acción, lo que dice mucho de la entrega que hace por su trabajo, arriesgando más de lo que suelen hacer la inmensa mayoría de los actores. Junto al neoyorkino podemos ver a un grupo de intérpretes que rallan a gran nivel entre las que sobresalen Klea Scott, en su papel de precog y Jessica Capshaw como esposa de John Anderton.
Pero sobre todo destaca un Colin Farell que realiza un aceptable papel, y que le sirvió para impulsar su carrera artística y ver aumentando su caché como actor. Resulta curioso y sorprendente que el actor español Javier Bardem rechazase este papel, que en un principio le ofreció Spielberg y que supuso un retraso en el salto hollywoodiense del canario.
Pero si hay alguien quién dota de carácter y personalidad a este film es su director, el consagrado Steven Spielberg que repite género tras la controvertida Inteligencia Artificial. El rey Midas de Hollywood nos da su visión de este futuro mezclando lo que conocemos hoy en día y lo que vendrá el mañana, haciendo que la historia no la veamos como algo excesivamente lejano. Consigue, como nadie, sacar lo mejor de los actores en cada una de las secuencias del rodaje y es capaz de llevar los efectos especiales a su máximo esplendor. Es su sencillez y capacidad para sorprender lo que hace que todas y cada una de sus películas sean un espectáculo visual, llevándonos a disfrutar de cada plano, diálogo o toma.
Una buena dirección y un trabajado guión no es nada sin una buena composición musical, y como suele ser habitual en las películas de Spielberg, el elegido para ponerle música a esta obra es el polivalente John Williams. En esta ocasión nos deleita con una composición mas propia del cine negro que de una película de ciencia ficción, alternando movimientos de auténtico suspense con otros de verdadera acción. Una buena partitura que cumple con su proposito, pero que quizás esté un poco por debajo de lo que el maestro nos tiene acostumbrados. Y es que si la sacamos del film, no llega a decirnos gran cosa como si ocurre con muchas de las creaciones de este genial compositor.
Otro de los aspectos que mas llama la atención es la utilización de las tonalidades azules durante todo el metraje. Esto denota frialdad a ese extraño futuro que Dick nos proponía en la historia original y que Janusz Kaminski, director habitual de fotografía de Spielberg, ha plasmado de esta forma. El resultado es bastante acertado, consiguiendo despertar en el espectador ese sentimiento de un futuro alejado del calor y sentimiento humano.
Únicamente quedaba dotar la película de espectacularidad e intensas escenas de acción. ¿quién mejor que los magos de ILM para hacer posible este futuro que nos presenta Spielberg?. El resultado obtenido es increíble, deleitándonos con unos diseños y artilugios que nunca hubiésemos imaginado y que se integran en el film de manera perfecta. Las ciudades, los vehículos, los carteles de anuncios... todo es un gran espectáculo para nuestros ojos y una buena fuente de inspiración para futuros adelantos tecnológicos.
Resulta cuanto menos interesante, que hoy en día uno de los efectos más llamativos del film, que era ver a John Anderton (Tom Cruise) en la sala de control moviendo pantallas únicamente con gestos, se pueda hacer hoy en día prácticamente igual con algunos sistemas de entretenimiento. Algo impensable hace doce años y que hoy en día es toda una realidad.
Podemos resumir que la unión del guión de Scott Frank, la obra original de Philip K. Dick y la dirección de Steven Spielberg ha dado como resultado un film cargado de tensión y visualmente deslumbrante. La puesta en escena es inmejorable y algunas de las carencias de la historia se han sabido disimular, tras unos sorprendentes efectos especiales, que agrandan aún más la prodigiosa capacidad para ganarse al público que tiene esta leyenda de la dirección.
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