sábado, 30 de agosto de 2014

Crítica de Dallas Buyers Club


Si había una persona especialmente feliz en la pasada edición de los premios de la Academia, ese era Matthew McConaughey. El prolífico actor se llevó a casa un merecido Oscar como actor principal por un film que, sin ser de los favoritos para triunfar en la gala, si que obtuvo un rotundo éxito en el campo interpretativo.

Dallas Buyers Club es la historia de un hombre, Ron Woodroof, al que sus múltiples adiciones a las drogas y a las prostitutas le llevan a contraer una enfermedad que causó el pánico en la década de los ochenta. El VIH, como se denominó aquel virus, era tratado con AZT, un agresivo fármaco que, lejos de producir una mejora en los pacientes, los iba debilitando a pasos agigantados hasta dejarlos agonizando en el lecho de muerte.

Cuando Ron descubre que tiene la enfermedad, lejos de quedarse esperando el trágico desenlace que debede producirse en el escaso período de un mes, decide no tratarse con el peligroso fármaco y buscar en el mercado internacional, nuevos tratamientos experimentales a los que se irá sometiendo para intentar aumentar su esperanza de vida. Poco a poco comprobará que su caso no es el único, y que hay muchos enfermos interesados en tratarse con estos medicamentos comprados en distintos países. Este hecho llevará a Woodroof a montar una sociedad en la que por una cuota, los seropositivos tenían la oportunidad de acceder a estos medicamentos.

Este es el punto de partida del guión escrito por Craig Borten y Melisa Wallck, y que está basado en un hecho real. Una historia que comienza centrándose en el personaje al que da vida, magistralmente, McConaughey pero que termina siendo una visión crítica de las mafias que se esconden tras los organismos reguladores de medicamentos en los Estados Unidos.

Un enfrentamiento entre Ron, el gobierno y la FDA por intentar que cada enfermo se trate con medicamentos que, a pesar de demostrarse que son mucho mas efectivos que el AZT, no están regulados por este organismo.

El papel que realiza el actor texano es realmente espectacular. Su caracterización es magnífica, habiendo perdido gran cantidad de peso y de masa muscular para dar vida a un personaje especialmente demacrado tanto por el efecto de sus excesos con las sustancias estupefacientes, como por el galopante avance de la enfermedad. Un cambio total de imagen, que se vio complementado por la gran labor de Adruitha Lee y Robin Mathews. Ambos fueron agraciados con el Oscar a la mejor caracterización por dicho trabajo.

Junto a el encontramos otro actor galardonado por la Academia como mejor secundario, y es que Jared Leto borda el papel de Rayon.  Esta alocada travesti, consigue conectar tanto con el público, como con un homófobo Ron que sucumbirá al especial carisma de su socia.

El otro rol destacado del film se otorgó a la actriz Jennifer Garner, que hace de doctora y confidente del protagonista. A pesar de no tener una interpretación tan destacada como los dos anteriores, su trabajo está a la altura, tanto de la historia, como del resto del plantel de actores.

Jean-Marc Vallée se pone tras las cámaras para dirigir un film que corría el riesgo de resultar soporífero y poco atractivo. El cineasta canadiense, cuya carrera hasta este punto había sido bastante discreta, se tomó este proyecto con especial ilusión, ya que había conocido al personaje real sobre el que versa el film. Su trabajo es magnífico, dotando al guión de un ritmo y una fluidez que consiguen mantener la atención del espectador en todo momento.

Yves Bélanger es el encargado del aspecto visual del film. Su fotografía destaca por los tonos cálidos y ocres, en concordancia con la zona donde se desarrollan los sucesos.

Resulta curioso que no se haya compuesto una banda sonora propia para la película, siendo todos los temas musicales una combinación de country y pop al más puro estilo americano de la década de los ochenta.

Dallas Buyers Club resulta una obra autobiográfica que destaca, sobre todo, por el elevado nivel de interpretación que derrochan sus actores. Un film que va mas allá de centrarse únicamente en la crónica del personaje principal para convertirse en una apología crítica a la poderosa industria farmaceutica.

lunes, 18 de agosto de 2014

Crítica de Los Guardianes de la Galaxia


Muchos son los personajes que, procedentes de las viñetas, han tenido su adaptación tanto, a la gran pantalla como en formato de serie televisiva. Spiderman, Capitan America o Lobezno son solo algunos de, esos nombres, que han sido llevados a las salas cinematográficas, con mayor o menor acierto.

Pero no siempre se recurren a los superhéroes de papel más populares y, como ha ocurrido con Guardianes de la Galaxia, se tienen en cuenta esos personajes que, sin ser tan conocidos, pueden augurar un éxito tras llevarlo al gran formato visual.

James Gunn, director de esa curiosa obra de un superhéroe cotidiano llamada SUPER, y tras rodar uno de los segmentos de la lapidada Movie 43, fue el encargado por Marvel Studios para poner en escena las aventuras espaciales de este pintoresco grupo. El cineasta, que ya ha sido elegido para dirigir la secuela del film, tenía la complicada misión de narrar una historia con personajes no muy conocidos, pero si con un nutrido grupo de fans que verían la obra de forma exhaustivamente crítica.

El guió, creado por el propio Gunn y Nicole Perlman nos lleva hasta otro universo lleno de criaturas extrañas y variopintas. Peter Quill, mas conocido por Star Lord, es un buscavidas que consigue dar, en unas antiguas ruinas, con un extraño artefacto. Este orbe, que para Gunn no es más que un objeto que poder vender, es codiciado por los mas poderosos seres de la galaxia, incluidos en todopoderoso Thanos.

Chris Pratt, que no dentro de mucho veremos también en Jurassic World, da vida a un cazarrecompensas muy divertido y poco responsable. El actor estadounidense realiza un fantástico trabajo, a pesar de tener, por exigencias del guión, que llevar a cabo algunas de las situaciones mas absurdas y ridículas del film.

Junto a el encontramos la atractiva Zoe Saldana. Esta chica parece llevar el género de la ciencia ficción en la sangre viéndola, literalmente, de todos los colores. Si en Avatar el azul era su color de piel, en esta ocasión le ha tocado un tono mas clorofíla. La actriz nacida en New Jersey, encaja perfectamente en el papel de Gamora, realizando una interpretación que se ajusta a las exigencias de la historia y su personaje.

El tercer miembro de este improvisado escuadrón de personajes, creado al más puro estilo de Sospechosos Habituales, es el luchador de la WWF, Dave Bautista. El miembro más tocho de estos guardianes no desentona para nada con el resto del reparto, haciendo una muy meritoria labor si tenemos en cuenta de que sus orígenes no son muy académicos.

Pero el gran aliciente, a nivel de personajes, no era de carne y hueso. Bradley Cooper pone voz a Rocket es un curioso mapache con enormes habilidades entre las que destaca la de hablar y poseer una puntería asombrosa. Al principio puede chocar ver a un animal digital robando parte del protagonismo del film, pero a la postre resulta el personajes mas carismático y atractivo de esta superproducción.

El último miembro del grupo es también digital y le da voz un actor tan carismático como Vin Diesel. Groot es un extraño ser formado por corteza de árbol cuyas capacidades de comunicación son bastante limitadas por no decir casi nulas. A medida que se va desarrollando la historia lo va haciendo este ser, denotando una mayor heroícidad y racionalidad en sus actos.

Un film de estas características requiere un villano a la altura, un ser con fondos oscuros capaz de poner en mil y un aprietos a los protagonistas. En esta ocasión el peso recae sobre el actor Lee Pace, que da vida al tenebroso Ronan. Capaz de desafiar al propio Thanos, sus deseos de hacerse con las gemas del infinito y convertirse así en el ser mas poderoso, van más allá de lo puramente racional.

Pero dejando atrás el apartado interpretativo, que cumplen con el cometido del guión, lo mejor del film lo encontramos en el aspecto audiovisual. Si algo tiene en abundancia Guardianes de la Galaxia, son escenas de acción cargadas de efectos especiales. Ben Davis combina su futurista fotografía con una enorme cantidad de seres de distintas formas y tamaños, ráfagas láser y multitudinarios escuadrones de naves espaciales.

Un gran cantidad de metraje de escenas de acción bien realizadas amenizadas por clásicos de los años 80. A pesar de ser Tyler Bates el creador de una composición musical llena de momentos vibrantes y que encajan bien en el film, son los temas clásicos y vocales que Peter Quill escucha en su legendario walkman, los que realmente serán recordados en la obra.

Guardianes de la Galaxia es una obra extremadamente entretenida. Si bien el guión es bastante simple y no muy original, sus personajes principales si que lo son. Solo por ver un mapache pegando tiros y disfrutar con dos horas largas de buenos efectos especiales, merece la pena dejarse el dinero en la entrada. Un film al que no debemos ir con más pretensiones que con las de disfrutar de una obra de aventuras en un entorno futuro y con personajes bastante cómicos que vivirán situaciones de diversión y surrealismo de categoría tremebunda.

jueves, 14 de agosto de 2014

Crítica de Transformers: La Era de la Extinción


Se ha convertido en un clásico de la temporada estival el estreno de la enésima producción de algún blockbuster de éxito. En esta ocasión le ha vuelto a tocar a esos vehículos de tecnología alienígena que son capaces de transformar su chasis en el esqueleto de un robot de enormes dimensiones.

Tras los hechos acontecidos en Chicago, y que pudimos ver en Transfomers: El Lado Oscuro de la Luna, las autoridades norteamericanas han decidido exiliar a los autobots de los límites terrestres. Esta lucha entre los transformers liderados por Optimus Prime y los decepticons han causado demasiadas victimas y no es ético ni moral seguir utilizando nuestro planeta como campo de batalla extraterrestre.

Pero no todo es tan sencillo, y en lugar de permitir que los autobots elijan su propio destino, un grupo del gobierno les está dando caza y exterminándolos, algo totalmente ilógico y que llevará a poner en peligro la vida de Cade y su hija Tessa.

Michael Bay se vuelve a poner tras las cámaras para traernos la cuarta entrega de una de las sagas mas prolíficas y rentables que posee la compañía Paramount. para esta ocasión, se ha tomado el final de la entrega anterior como punto de partida, siendo muchas las referencias a lo largo del film sobre esta. La historia de Ehren Kruger, guionista de todas las secuelas de la tetralogía, intenta dar un lavado de cara cambiando el papel protagonista principal. El aniñado y bastante criticado Shia LaBeouf cede el testigo, en el rol principal, a un actor mucho más experimentado y con mayor caché como es  Mark Wahlberg. El intérprete es de lo mejor de esta superproducción, muy cómodo en este tipo de situaciones cargadas de acción y adrenalina.

Junto a él encontramos a Stanley Tucci en un papel mucho mas secundario, pero no por ello menos meritorio. En su papel de villano, va despertando sentimientos confrontados a lo largo de las casi tres horas de metraje, descolocando en muchas ocasiones al espectador con su notable trabajo.

Pero no todos iban a ser buenos personajes, tomando como muestra a Shane. Jack Reynor, que interpreta al novio de Tessa nos ofrece un personaje muy plano y que cae en los tópicos. En todo momento se ve eclipsado por sus compañeros de reparto y denota una falta de carisma alarmante.

Nicola Peltz, a pesar de no hacerlo mal del todo, tampoco consigue conectar plenamente con el espectador. Si querían una adolescente con cara de ángel, seguro que había muchas mas opciones en el casting que se adaptasen mejor a ese papel, ya que nadie se cree que Tessa sea una adolescente preuniversitaria.

Dejando de lado ese gran contraste cualitativo del aspecto interpretativo, lo mejor de La Era de la Extinción son sus impresionantes escenas de acción. Cuando ya creíamos haberlo visto todo en este universo, nos llegan, al mas puro estilo de Pokemon Legendarios mecánicos, los dinobots. Transformers de otra época que toman la forma de los primitivos y destructivos habitantes del jurásico. Como ocurre con todo el catálogo de autobots y decepticons, se ha cuidado hasta el mas mínimo detalle, consiguiendo que sus aportaciones resulten realmente espectaculares.

Además, si bien el metraje de la obra con respecto a las anteriores es ligeramente superior, también es cierto que se ha aumentado el número de secuencias de acción, algo que siempre se agradece en este tipo de producciones. Sobre todo cuando tienen la firma de Bay y la fotografía de Amir Mokri, todo un experto en el cine de acción.

Steve jablonsky, un compositor que se prodiga más en el mundo de los videojuegos que en el del séptimo arte, pone melodía a una película cargada de acción y efectos especiales. Su trabajo podemos calificarlo de aceptable, teniendo en cuenta que llama mucho más la atención los efectos sonoros que la propia composición musical.

¿Era necesaria una nueva entrega de Transformers? Pues depende. Por un lado siempre es atractivo ver escenas de acción, cargadas de efectos visuales y con la notable factura de Michael Bay. Pero por otro lado, la obra vuelve a cometer los mismos errores del pasado, con un guión que no resulta redondo del todo y cayendo en los mismos diálogos empalagosos y absurdos que, lejos de romper la tensión en los momentos de mayor adrenalina, te hacen ver el film como una película pensada para un público más familiar y menos adulto.

viernes, 8 de agosto de 2014

Crítica de El Amanecer del Planeta de los Simios


Tres años han pasado ya desde que se estrenase, por el mes de septiembre, El Origen del Planeta de los Simios. Un film, que a medido que ha ido pasando el tiempo ha ido ganándose al espectador y, sobre todo, a los amantes de las obras que protagonizaba Charlon Heston, y que no veían con muy buenos ojos unas nuevas adaptaciones.

Vito el éxito a nivel de taquilla y críticas de esta primera parte, nadie pondría en duda que el proyecto de la nueva trilogía seguiría su curso natural, y en este 2014 nos llegaba la segunda entrega de la saga. El Amanecer del Planeta de los Simios, que es el título que se le ha dado, continua la historia unos años después de donde acabase su antecesora.

El milagroso fármaco contra el alzehimer, elaborado por el personaje de James Franco, trajo como consecuencia la aparición del conocido "virus de los simios". Un agente patógeno que en poco tiempo ha mermado la población mundial y ha dejado, únicamente, aislados núcleos de supervivientes que hacen lo imposible por obtener recursos.

Es en una de estas expediciones organizadas para encontrar sustento y formas de energía alternativa cuando, de forma casual, se produce un primer encuentro entre la manada de simios gobernada por Cesar y este grupo de humanos. Este fortuito hecho será el detonante que provoque el comienzo de las hostilidades entre ambas especies.

Con esta premisa comenzaba a desarrollarse el guión de Mark Bomback y Rick Jaffa. Una historia que sirve de punto y seguido de la pelkícula anterior, centrándose nuevamente en el personaje de Cesar. Haciendo homenaje a su nombre de emperador romano, este simio al que da vida de forma magistral Andy Serkis, se ha proclamado gobernador de la enorme colonia simia de las afueras de San Francisco. Sus decisiones son incuestionables, y la mayoría de cuadrumanos le procesan una lealtad ciega.

El director escogido para esta segunda parte es Matt Reeves, que asombró en su debut tras las cámaras en Monstruoso y será el encargado de traernos en 2016 la secuela y tercera entrega de la saga. Para ser su primer trabajo de elevado presupuesto, el cineasta neoyorkino consigue mantener el nivel que le legase Ruper Wyatt, en la siempre difícil tarea de conseguir que una secuela parezca menos mala que su primigénia.

Pero de todo lo malo se aprende, y el equipo de producción ha tenido a bien renovar todo el reparto de actores. Con esto se consigue que la mayoría de comparaciones se anulen, además de darle un tono mas fresco a la saga. De esta forma, el único que repite es Andy Serkis y su enorme Cesar. Es triste que la Academia apenas se acuerde de este fabuloso actor, que ha dado vida a los mejores personajes digitales que han pasado por el celuloide.

Junto al simio, el papel protagonista del bando de los humanos pasa a ser para Jason Clarke, un secundario muy prolífico en los últimos tiempos, y que aquí le han dado la oportunidad de tomar un rol principal. El actor australiano realiza su cometido a la perfección, denotando mucho oficio y madurez interpretativa.

Pero sin duda el nombre elegido para subirle caché al reparto es al del veterano Gary Oldman. El look de su personaje nos recuerda, inevitablemente, al Gordon del Batman de Nolan. Pero en esta ocasión, Dreyfus ni es tan heróico, ni tiene tanto carisma como el comisario de Gotham. El actor lleva con suficiencia el rol de un personaje que el tiempo se encargará de olvidar.

Uno de los aspectos mas a destacar de esta superproducción, es la estupenda fotografía de Michael Seresin. El guión necesitaba de un mundo más oscuro que el visto en la primera película de la saga y, como ya hiciese con Harry Potter y el Prisionero de Azkaban, el director de fotografía se aleja de los colores vivos para mostrarnos una época postapocalíptica llena de sombras.

Un mundo lleno de melancolía y desesperanza acompañado, de forma muy acertada, por las composiciones musicales de Micahel Giacchino. Este compositor, que tiene una trayectoria artística al nivel de los mas grandes, debuta en la saga con un conjunto de melodías que siguen los cánones de la composición creada por Patrick Doyle para el film anterior. Pero a diferencia de este, El Amanecer del Planeta de los Simios tiene muchos más momentos de tensión, dando como consecuencia una banda sonora menos melódica pero mucho más vibrante.

A pesar de tener apreciables lagunas de guión, como el hecho inexplicable de que los simios sepan armar distintos tipos de ametralladoras y fusiles miltares, esta obra está llena de momentos épicos y de máxima adrenalina. Un film que mantiene el interés y el nivel de su predecesora, y que queda totalmente abierto a una última entrega que enlace con El Planeta de los Simios original.

domingo, 3 de agosto de 2014

Crítica de la Tumba de las Luciernagas


Actualmente si que estamos acostumbrados a que nos llegue, desde tierras niponas, films de animación de todos los géneros para un público adulto. Pero cuando se estrenó La Tumba de las Luciérnagas, a finales de la década de los ochenta, lo que acostumbraba a llegar desde oriente eran series y films más destinados a un público mucho más infantil.

Es por todo esto que el film de Isao Takahata, sorprendiese, gratamente, a gran parte del público occidental, poco acostumbrado a ver en "dibujos animados" un film de tanta carga dramática.

La historia, guionizada por el propio director, basándose en la novela de Akiyuki Noska, nos traslada hasta un Japón inmerso en plena Segunda Guerra Mundial. Los acontecimientos de Pearl Harbor supusieron la entrada de los estadounidenses en el conflicto, teniendo como consecuencia continuas represalias, en forma de bombas, sobre las apacibles poblaciones japonesas.

Es en uno de estos bombardeos, cuando Seita y Setsuko quedan huérfanos de madre. Los obuses caídos desde los aviones americanos han arrasado con todo lo que cogían a su paso, dejando al joven y su hermana sin madre, sin hogar y casi sin esperanzas de supervivencia. Este motivo provocan que tengan que instalarse en casa de una tía suya, a la que la idea de hacerse cargo de los dos menores no le agrada del todo. Este hecho, unido al excesivo infantilismo de Seita, provocan que la estancia en casa del familiar sea mas corta de lo esperado y decidan, con medios casi nulos, instalarse en otro lugar donde nadie le diga lo que tiene que hacer.

Este sería, a muy groso modo, el punto de partida de una historia muy amarga, inmersa en una burbuja de melancolía y tristeza propia de la época en la que se desarrolla. Quizás esto, fue lo que convenció al espectador para considerarla una obra maestra del género. Y es que, a pesar de tener el estilo y la animación clásica a la que estamos acostumbrados, la historia se escapaba de lo corriente.

Un dibujo de trazos suaves, con colores muy apagados y un ritmo bastante lento que danzan bajo las fabulosas notas de Michio Mayima. Su composición musical para el film es sublime, envolviendo cada secuencia con una serie de melodías, que imprimen aún más fuerza al dramatismo vivido por los protagonistas.

Esta obra, dirigida magistralmente por un director experimentado, al que encontramos en grandes clásicos como Heidi, Marco o Ana de las Tejas Verdes, es una delicia para nuestros sentidos, a pesar de tener un desenlace de esos que recordamos con pesadumbre y poco ánimo.
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