Si hay una temática que tiene todos los boletos para convertirse en un género en si misma, es la de los zombies. No pasa semana donde no se estrene o rumoree algún proyecto que tenga como protagonistas a estos muertos vivientes tan de moda.
Así entre series, videojuegos y comics nos llega esta adaptación cinematográfica de la novela de mismo nombre, escrita por Max Brooks. En ella se nos relata como se va extendiendo, de forma dantesca, una extraña enfermedad que hace que los seres humanos se coman unos a otros. La epidemia crece a un ritmo vertiginoso mientras, aquellos que aún no han sido infectados, luchan por no ser mordidos y hacerse con provisiones y armas. Uno de estos supervivientes es Gerry Line, un especialista en misiones de alto riesgo, ya retirado, que deberá buscar una solución para este mal que está acabando con la humanidad.
Con esta premisa, el director neoyorquino Marc Foster se ayuda del guión de Matthew Michael Carnahan para poner ante nuestros ojos una muy buena adaptación del escrito original. El realizador, que venía precedido de una buena tarjeta de presentación, con obras como Quantum of Solance o Descubriendo Nunca Jamás, consigue plasmar en la gran pantalla la tensión y la brutalidad de estos seres, que nada tiene que ver con los estereotipos clásicos de las obras de George A. Romero. Aquí los zombis, lejos de ser criaturas lentas y torpes, son auténticos perros de presa capaces de competir con el mismísimo Usain Bolt por obtener un trozo de carne.
Ben Serensin, que es el encargado de fotografiar el caos en el que vive el planeta, nos muestra un espectáculo siniestro, con unas imágenes muy potentes y llenas de impacto, sobre todo en las escenas exteriores donde la pantalla se llena de desconcierto y destrucción. Como muestra, el brutal castelier a las puestas de Jeruslen y el posterior asalto de las hordas zombies por el interior de la ciudad santa.
Tensión y entropía visual que se ve amplificada por la magnífica partitura de Marco Beltrami. El compositor, que solo en 2013 ha puesto música a más de ocho producciones entre las que encontramos títulos de éxito, como Lobezno Inmortal o la última entrega de La Jungla, consigue con sus acordes añadir un plus de adrenalina a las escenas de mayor tensión del film.Y es que si en algo destaca esta película es que sabe mantener el ritmo y el interés durante las casi dos horas de metraje que posee.
Pero no solo de impacto y escenas de sobresalto vive Worl War Z, sino que tiene un reparto que hace que te metas de lleno en la trama. Encabezando este, nos encontramos con uno de los actores mas cotizados del otro lado del charco, como es Brad Pitt. Casi todo el peso de la obra recae sobre su rol, cosa que salva de manera soberbia en uno de esos papeles que ya nos tiene acostumbrados a hacer. Y es que a pesar de que la edad se le va notando, sigue siendo uno de los rostros que mejor encajan en este tipo de personajes.
Junto a el destaca una desconocida Daniella Kertesz, que en su papel de la soldado Segen, realiza un notable trabajo que no se ve eclipsado, en ningún momento, por la popularidad de su compañero de reparto. Mireille Enos, Matthew Fox o Fana Mokoena son otros nombres que forman parte del cast del film, y que no destacan ni postiva ni negativamente, por lo que podemos concluir que realizan una más que suficiente aportación a la obra.
Guerra Mundial Z no supone un giro de turca en el género, pero consigue despertar en el espectador cierta sensación de angustia y desasosiego ante la situación que viven los protagonistas. Si bien podemos buscarle algunos errores, como la falta de explicación del porqué de la epidemia, también es cierto que tal y como está desarrollado el guión no es algo que debamos conocer necesariamente. Lo que si es cierto es que con este film vamos a pasar dos horas muy intensas, con algún que otro sobresalto y con la sensación de estar viendo un gran espectáculo, sin caer en excesos visuales ni una violencia desmesurada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario