viernes, 18 de octubre de 2013

Crítica de Objetivo: la Casa Blanca


Durante la década de los noventa aparecieron muchas producciones, en numerosos casos de dudosa calidad, donde todo giraba en torno a un protagonista que se encontraba en una situación de extrema tensión. La casualidad de estar en el sitio equivocado en un momento nada propicio, que terminaría convirtiéndolo en un auténtico héroe local.

El máximo exponente de esto lo encontramos en el genuino John McClane, al que dio vida Bruce Willis en la Jungla de Cristal. Una obra que se convirtió en saga y que sentó las bases de este pequeño subgénero dentro del cine de acción.

Las producciones de este tipo de films habían ido decreciendo paulativamente, y salvo en contadas ocasiones como las posteriores entregas de Die Hard, apenas se recurría a este tipo de historias. Es, en este 2013 cuando Antoine Fuqua, un director acostumbrado a películas con grandes cargas de acción, lanzaba en las salas cinematográficas Objetivo: La Casa Blanca.

Las reglas para este tipo de cine son claras y concisas: todas ellas deben tener un agente de la autoridad, en activo o retirado, un grupo de terroristas, grandes dosis de explosiones y un recinto de grandes dimensiones que hará de tablero de ajedrez. Luego cada guión introduce elementos diferenciadores, que provocan las distintas valoraciones que damos a cada film.

Escrita por los guionistas Creighton Rothenberger y Katrin Benedikt, la acción nos traslada hasta el epicentro de la cuna del capitalismo. Allí un grupo de terroristas, procedentes del continente asiático, llevan a cabo un violento y espectacular asalto a La Casa Blanca, donde se encontraba el presidente y su gabinete de gobierno reunidos con el primer ministro koreano.

La película comienza de forma dramática con la muerte de la primera dama en un desgraciado accidente de tráfico, lo que dejará al presidente viudo, a su joven descendiente huérfano y al guardaespaldas personal del máximo mandatario estadounidense, con la carga de conciencia de haber elegido salvar al presidente y no a su esposa.

Este hecho provocará que Mike Banning pase a trabajar en una oficina federal cercana al edificio presidencial. Lugar donde se encuentra cuando tiene lugar el tramo de metraje más espectacular del film. Un asalto totalmente organizado y fulgurante de un grupo de terrorista que convierten los jardines próximos al edificio de la cúpula blanca, en un campo de batallas. Una bacanal de balas, explosiones y efectos especiales que te dejan enganchados en el sillón y que hubiese firmado el mismísimo Michael Bay. Una cuidada secuencia que te hace pensar en que un ataque de esa magnitud podría ser totalmente posible y efectivo en un marco real.

A partir de aquí se pasa a una producción que es un remix entre La jungla de cristal, alerta máxima y Air Force One. Hemos incluido esta última porque el presidente también jugará un papel heroico en el desenlace de la historia, a pesar de no tener el poso ni el protagonismo que Harrision Ford tenía a bordo del conocido aeroplano.

Presidente que es interpretado en esta ocasión por Aaron Eckhart, cuyo papel de Hearvy Dent en El Caballero Oscuro le aportó cierto prestigio. En esta ocasión su actuación no es tan redonda como en la obra de Nolan, pero cumple perfectamente con su cometido. Quizás se le puede achacar cierta falta de carisma, pero tampoco es algo fundamental en este tipo de películas.

El verdadero protagonista como tipo duro que ha de salvar el país es para Gerard Butler. Desde que se destapase como hombre duro en su rol de rey Leónidas, en la superproducción 300, ha protagonizado numerosos films de acción, en los que no desentona para nada. Con unos años más que cuando presumía de abdominales enfrentándose a los persas, demuestra una vez más que en este tipo de papeles se desenvuelve como pez en el agua. Consigue que se le vea como un auténtico héroe a base de peleas coreografiadas, disparos certeros y las típicas frases lapidarias y desafiantes que sacan de sus casillas al malo de turno.

Villano al que pone cara el actor de rasgos asiáticos Rick Yune. El estadounidense es uno de esos comodines a los que se recurre cuando hay que incluir un terrorista con ojos rasgados. Como ya hiciese en Muere otro Día, vuelve a cumplir sobradamente con su cometido, ofreciéndonos un personaje bastante odioso, sin ningún tipo de escrúpulos y que es un enemigo a la altura del film.

Este tipo de films siempre recurre de algún nombre de elevado reconocimiento interpretativo, que aparece en contadas ocasiones, pero que sirve para dar caché y asegurarse una mayor taquilla. En esta ocasión es el polifacético Morgan Freeman el elegido para tomar el mando del gobierno, durante la crisis. Sus apariciones en escena son bastante escasas, con un rol muy secundario y unas exigencias mínimas que supera con suficiencia.

Todo héroe tiene que tener su contrario, y en un film que sigue los cánones clásicos del género casi al dedillo, este no puede faltar. En este caso Dylan McDermott aparca la exitosa serie American Horror Histiry para convertirse en un mercenario al mejor postor. Su personaje es de esos que despierta repulsión entre los espectadores, deseando que tenga un largo y doloroso final.

Como vemos el reparto no es algo que se haya dejado al azar, y encaja perfectamente con el efecto de aumento de adrenalina buscado por el director de la sorprendente Training Day. Una puesta en escena tan espectacular, sobre todo en las tomas de mayor tensión, que debe mucho a la fotografía de Conrad W. Hall. Este cineasta, al que podemos reconocer por su trabajo junto David Fincher en La Habitación del Pánico, tira de oficio para mostrarnos una imagen clara, sin extravagancias ni adornos innecesarios.

Cosa que también ocurre con la banda sonora creada por Trevor Morris, un compositor que ha basado la mayor parte de su carrera en poner música a exitosas series televisivas como Los Borgia o Los Tudor. Para esta ocasión tira de clasicismos del género, con unas partituras vibrantes, muy acordes con los numerosos momentos de tensión, y que recuerda por momentos a grandes bandas sonoras del cine de acción como son Marea Roja o La Roca.

Objetivo: La Casa Blanca es de esas películas que podemos incluir en el saco del denominado cine palomitero. Una obra con un guión bastante simple pero muy efectivo, sin ningún tipo de pretensiones y que ofrece lo que buscamos. Casi dos horas de acción, repletas de adrenalina, interminables tiroteos y diversión a tope, que a buen seguro dejara satisfecho a los que, como yo, defendemos a ultranza el cine diversión que nos ofrecen autores como Michael Bay, Roland Emmerich y en esta ocasión Antoine Fuqua.

jueves, 10 de octubre de 2013

Crítica de Gravity


Uno de los films que mas expectaciones ha despertado en este 2013 ha sido el protagonizado por Sandra Bullock y George Clooney. La película nos sitúa a unos cuantos kilómetros por encima de nuestras cabezas, donde una expedición de astronautas realizan labores de mantenimiento en un satélite de telecomunicaciones. Todo parece ir con normalidad cuando, la destrucción "controlada" de un satélite ruso, ha provocada una lluvia de restos que se dirige directamente hacia donde se encuentran los astronautas. Los voluminosos materiales, que viajan a una velocidad muy elevada, provocarán que el grupo de astronautas se tengan que enfrentar al vacío absoluto del espacio exterior.

No es casualidad que mucha de la crítica especializada coincida positivamente en una obra, con altas puntuaciones y unas opiniones que la ponen casi de obra maestra. Tal campaña ha repercutido enormemente en los números alcanzados en taquilla tras su primer fin de semana, pero ¿es para tanto?

Padre e hijo se encargaron de escribir un guión que, sin narrar un hecho real, si que consigue hacer creer al espectador que todo lo descrito es posible. Un hecho tan increíble como angustioso que esta contado con un ritmo prodigioso y un juego de cámaras realmente espectacular. Es la típica película que desde las primeras secuencias te atrapa, y es que el haber añadido el reciente sistema 3D a la majestuosa y austera fotografía de Emmanuel Lubezki le ha aportado algo nunca visto hasta antes. El cineasta, que ya dejó muestra de su talento en producciones como Sleepy Hollow o Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Snicket, nos regala una hora y media de inmensidad espacial, vistas asombrosas del planeta Tierra y unos largos y vibrantes primeros planos.

El aspecto visual es realmente grandioso. El efecto de la ausencia de gravedad es sobresaliente, convirtiendo cada plano de la película una verdadera obra de arte. Un preciosismo llevado a límites poco vistos, que convierten a la experiencia tridimensional en un auténtico orgasmo visual. Alfonso Cuarón se ha encargado, con Gravity, que muchas de las grandiosas escenas del espacio exterior que nos muestra, vayan a quedar grabadas en nuestras retinas por mucho tiempo.

Sabe mantener el equilibrio de la adrenalina que experimenta la protagonista en cada desafío que le presenta el estar a su suerte en la inmensidad del cosmos, con la ralentización propia de la ausencia de gravedad. A pesar de  las enormes secuencias del paisaje estelar y los interminables primeros planos, la tensión de lo que está ocurriendo hace que todo pase más deprisa captando más, si cabe, la atención del espectador.

Y todo ello a pesar de contar con un reparto que, en un primer momento, podría llevar a dudar sobre la calidad interpretativa del film. Las características de los actores principales no se adecuaban, en un principio, excesivamente en obras de este estilo. A George Clooney ya lo habíamos visto fuera del globo terráqueo en Solaris, una película que no es precisamente de los trabajos que le han aportado mayor prestigio al canoso actor.

Por su parte, Sandra Bullock es de esas actrices que te cae bien o la odias. En esta ocasión podemos decir que solventa, de forma notable, un rol en la que no se la veía bastante cómoda. Más acostumbrada a rodearse de actores de nombre sobre los que suele dejar caer el peso interpretativo, en Gravity tiene que lidiar el toro prácticamente sola. Un ejercicio de soledad ante las cámaras que supera sin grandes excesos, pero que funciona perfectamente en la obra.

George Clooney adquiere en esta ocasión un papel mucho mas secundario, apareciendo en contadas ocasiones. Si su personaje es uno de los pilares fundamentales del guión, no es menos cierto que cualquier otro actor con un mínimo de calidad interpretativa, habría realizado similar labor. Eso si, en ese caso no se hubiera dado al film el caché que le impregna el nombre y figura de Clooney.

Un detalle es ver en los títulos de créditos al actor Ed Harris que presta su voz al control de mando de la NASA en la Tierra. Para poder disfrutar de ello es necesario ver la película en versión original, algo complicado en las salas cinematográficas de nuestro país.

En un film con tantas escenas de soledad e inmensidad espacial, se presta una especial atención a los acordes que han de acompañar a las espectaculares escenas que disfrutamos en estos noventa minutos. Es por ello que toma una gran importancia la partitura obra de Steven Price. Este desconocido músico, cuya obra mas importante hasta entonces era la reciente Bienvenidos al Fin del Mundo, nos mete de lleno en esta épica con sus acordes. La composición encaja a la perfección con las escenas de mayor adrenalina de la obra, combinándose muy bien con los movimientos menos potentes y más suaves de las escenas iniciales ,donde todo es calma y "aparente" silencio.

Podemos asegurar que Gravity es de las mejores obras exhibidas este 2013 en las salas cinematográficas de todo el mundo, con una historia épica y sorprendente. El director de esta producción ha dado un enorme salto de calidad con una película que, a buen seguro, nos deja algunas de las escenas más espectaculares que jamás hayamos visto. Un alucinante viaje al rededor del planeta Tierra que te pondrá las pulsaciones a un ritmo muy elevado.
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