Cuando hablamos de cine negro siempre nos viene a la cabeza los grandes clásicos del género como El Padrino, Uno de los Nuestros o Erase una vez en América. Obras de elevado nivel que pusieron los cánones del que se han ido alimentando muchas producciones posteriores y más modernas. Todas ellas tenían en común que se desarrollaban en épocas pasadas, cuando las organizaciones y familias dominaban los barrios obreros de las ciudades mas importantes del otro lado del charco.
Con la llegada del cine más actual estas tramas, complicadas de seguir en algunos casos, se fueron dejando de lado en detrimento de un cine más directo y menos "inteligente". La acción se sobreponía al drama, ofreciéndonos historias muy fuertes visualmente, pero con un contenido bastante plano y casi carente de interés.
Pero de vez en cuando aparece un film que hace revitalizar al género en concreto y lo vuelve impulsar para satisfacción de los espectadores en general y de la crítica en particular. Este es el caso de Heat, uno de los grandes thrillers de los 90 que es todo un ejemplo de como se puede combinar una buena historia con grandes dosis de escenas de acción. Un cocktail de situaciones tensas que hacen de esta película una de las mejores obras del género de la década.
Michael Mann se pone tras las cámaras para dirigir un elenco de actores de renombre que es uno de los grandes reclamos de la obra. Y es que no es común encontrar tantos y tan buenos actores compartiendo un mismo guión. Si ya de por si la historia era bastante atractiva, ver a dos de los pesos pesados del celuloide cara a cara era determinante para conseguir llenar las salas cinematográficas durante el tiempo que permaneció en cartelera. Y es que ya solo en su país de origen se había conseguido amortizar los 60 millones de dolares que tenía de presupuesto.
El guión del propio Michael Mann nos lleva hasta Neil McCauley, un experimentado ladrón que ha conseguido reunir un grupo de fieles colaboradores con los que comete robos a gran escala. Su vida está libre de ataduras, destinando su tiempo a organizar los futuros asaltos y cuidar de los que tiene a su alrededor. Este "padrino" de los noventa recibe el encargo de un último gran golpe. Un robo a un banco que le ofrezca unas suculentas ganancias y una buena oportunidad de desaparecer... durante un tiempo al menos. Pero no todo es tan sencillo ya que el teniente Vincent Hanna le va siguiendo los talones y hará todo lo que esté a su alcance para frustrar el robo y, de paso, terminar con la delictiva carrera de Neil.
A groso modo este es el planteamiento inicial que nos muestra el director nacido en Chicago, que así contado nos puede parecer muy típico. Pero a diferencia de otras producciones el guión no solo se centra en los hechos y va más allá, profundizando en cada uno de los personajes, dejando de lado cualquier síntoma de superficialidad dramática. Y es que esta película no hubiese sido lo mismo de no haber conseguido enfrentar, cara a cara, a dos de los grandes pesos pesados de la interpretación hollywoodiense.
Tanto Robert de Niro como Al Pacino están realmente espectaculares. El primero como meticuloso delincuente, que intenta tenerlo todo bajo control para que nada se desvíe del plan original y protector autoproclamado de todos los que trabajan con él. Sin amores ni ataduras, su rol requería una psicología fuerte y de rápidas decisiones. Al otro lado del ring el personaje de Vincent, un oficial de policía que ha contraído matrimonio en múltiples ocasiones y que antepone su trabajo a cualquier otro aspecto de su vida. Obsesivo y frío, Al Pacino nos deleita con escenas memorables que nos va a costar olvidar.
Si por separado nos ofrecen buenos minutos, cuando Mann consigue situarlos en el mismo espacio-tiempo el resultado es notable. Esto ocurre en dos ocasiones, una primera con dialogo cargado de sinceridad por ambas partes y donde se vislumbra algo más que un mero enfrentamiento entre ambos. El segundo de los momentos es uno de los pasajes con mayor adrenalina del film. Un affaire que va a decidir el desenlace de la historia y que denota ese "vinculo" que se ha ido forjando entre ambos personajes.
Junto a ellos destaca el nombre de Val Kilmer, la mano derecha de McCauley y otro de los personajes centrales de la obra. El angelino realiza aquí una de sus mejores interpretaciones, dando vida a un personaje condicionado por el juego y por el amor a su esposa. Rol que recae sobre la guapa actriz Ashley Judd, que realiza una actuación muy notable y destacada, a pesar de tener un papel muy secundario.
Completan el reparto actores de la talla de Ammy Brenneman, Tom Sizemore o Danny Trejo al que próximamente veremos en la segunda entrega de Machete. Otro de los rostros que nos llama la atención es la de una jovencísima Natalie Portman. La oscarizada actriz se mete en el papel de hijastra de Vincent que, a pesar de que en un principio nos pueda parecer que se los pordrían haber ahorrado, es fundamental en el desenlace del film. Su madre, Justine Hanna es otro de los pilares sobre los que se asienta el teniente de policía. Diane Venora, que es quien da vida a la esposa de este adicto al trabajo, es otra de las gratas interpretaciones del film, focalizando en ella casi toda la carga dramática del personaje interpretado por Al Pacino.
Elliot Gondenthal tenía como misión componer una banda sonora con mucha tensión y que enfatizase el enfrentamiento entre estos dos grandes de la interpretación. El resultado final nos hace sentir que lo ha conseguido con unas partituras cargadas de fuerza que se ensamblan perfectamente con la fotografía de Dante Spinotti. Rodada con unas tonalidades poco coloridas y muy caóticas, es un símil del complicado y oscuro mundo en el que se desenvuelven los personajes. Todo un acierto para un director de fotografía que repetiría dos años mas tardes en el género con L.A. Confidential.
Con todo lo expuesto podemos afirmar que Heat es una de las mejores obras sobre lo que muchos denominan como cine criminal moderno. Un film cargado de buenos momentos, con escenas de robos realmente espectaculares, tiroteos y un cara a cara que, a pesar de haber sido copiado hasta la saciedad en posteriores ocasiones, es de lo mejor que podemos ver en el género. De Niro y Al Pacino en su máximo esplendor que nos dejan una película de las que marcan época.
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