lunes, 11 de febrero de 2013

Crítica de Lincoln


Desde Hollywood, con esto de la crisis económica y política que está viviendo el mundo, se han empeñado en rescatar un nombre que resultó clave en el desarrollo de lo que hoy conocemos como el epicentro del capitalismo. Timur Bekmambetov nos ofreció este verano una visión heroica de Abraham Lincoln, donde el presidente era capaz de enfrentarse a un ejército de vampiros armado únicamente con un hacha. Una visión curiosa de la guerra de la secesión, donde las tropas sureñas eran apoyadas por estos casi inmortales seres, en una lucha que decidiría el futuro del país y de la existencia de la raza de color.

Este no iba a ser el único film que iba a tomar a este personaje histórico como protagonista, ya que varios meses mas tarde uno de los genios del celuloide presentaba Lincoln. Esta obra, que nada tiene que ver con la mencionada anteriormente, nos traía un periodo de la vida de este reconocido presidente estadounidense que fue crucial para para que los Estados Unidos llegase a ser lo que conocemos hoy en día.

Si el nombre del film puede llevarnos a la idea de que nos vamos a encontrar con un biopic al uso, en esta ocasión no se trata exactamente de eso. Lo que Steven Spielberg nos va a narrar, a lo largo de dos horas y media, es el intento por parte de Lincoln y su partido de abolir la esclavitud y llevar a su fin la guerra entre las tropas de los ejércitos confederados y del sur. Un homenaje a la aprobación de la decimotercera enmienda donde se declararían como libres a todos los ciudadanos de los estados confederados y, a la postre, de todo el territorio estadounidense.

Una historia así no podía llevarla  a la gran pantalla cualquier director ya que el guión, obra de Tony Kushner, podría llegar a resultar demasiado pesado. Si hay alguien capaz de coger un tostón y hacerlo que resulte entretenido y atractivo, ese es Steven Spielberg. El director californiano nos tiene acostumbrados, cada cierto tiempo, a realizar una obra más personal de lo habitual con la finalidad de, además de llegarle al público, colarse en las quinielas de favoritos de los premios de la Academa. A escasos días para conocer los galardonados, podemos confirmar que Lincoln se encuentra allí por méritos propios, aspirando a las estatuillas más importantes.

Y es que el sello del "rey midas de Hollywood" está presente en cada plano de esta producción, en la que se han invertido 65 millones de dolares. Como es habitual en sus creaciones, abre la película de forma espectacular, con escenas bélicas y un presidente que ya desde los primeros diálogos consigue llamar la atención y atraparte con su verborrea. Un comienzo potente que, por desgracia, se suaviza excesivamente a medida que se va desarrollando la historia y que se salva en muchas ocasiones por la grandiosa actuación del Daniel Day-Lewis.

El actor, nacido en Greenwish, nos tiene acostumbrado a realizar papeles sobresalientes por lo que las expectativas puestas en este Abrahan Lincoln eran muy altas. Por suerte no defrauda y da vida a uno de los mejores roles de su dilatada carrera como actor. En todo momento hace creíble el personaje al que encarna, regalándonos momentos realmente increíbles y monólogos que, muy probablemente, le lleven a hacerse como mejor actor en la presente gala de los Oscar.

Junto a él, nos encontramos con una sorprendente Sally Field, que actualmente prepara la secuela de The Amazing Spiderman. Su rol en la historia es fundamental como esposa de Abraham Lincoln, y a pesar de andar a la sombra de la interpretación de Day-Lewis, realiza un trabajo sensacional imprimiendo fuerza y carácter a su personaje. Una actuación que se complementa a la perfección con el del actor principal y que le ha valido su nominación, como mejor actriz principal para los premios de la Academia.

El otro nombre destacado del film, y con grandes posibilidades de ganar el Oscar a mejor actor secundario, es el del veterano Tommy Lee Jones. El tejano, a pesar de tener apariciones esporádicas, borda su papel de acérrimo defensor de la igualdad entre blancos y negros. Cada aparición suya supone un vuelco a la historia y consigue transmitir el pensamiento de su personaje en cada gesto y cada palabra, con un lenguaje menos adornado que el de Lincoln, pero igualmente efectista. Una nominación mas que merecida la de este intérprete que siempre está a la altura.

Joseph Gordon-Levitt es uno de los actores de moda al otro lado del charco. Sólo en el pasado 2012 lo hemos visto hasta en cuatro producciones, en papeles de mayor o menor importancia, pero codeándose con los grandes del mundillo. En esta ocasión encarna a Robert Lincoln, el hijo mayor del presidente y que se encuentra en continuo enfrentamiento con su progenitor. El sobreproteccionismo al que se ve sometido, gracias a la posición política de Abraham, está en conflicto con sus ansias de servir a su país en la guerra. A pesar de dedicar algo del metraje a explicar este enfrentamiento, se ve que es un mero instrumento para demostrar lo dañada de la situación entre Lincoln y su esposa, que viene sufriendo reiterados ataques depresivos a raíz de la muerte de uno de sus hijos.

David Stratharin, James Spader o John Hawkes son otros de los nombres que componen el numeroso reparto utilizado en el film. Actores que cumplen a la perfección con su cometido y que tienen sus mejores momentos en la  sala del congreso, donde se pone a debate la aprobación de la decimotercera enmienda.

Si algo tiene Steven Spielberg es que es capaz de coger una historia sin mucha chicha y exprimirla al máximo tirando de buenos actores y haciendo uso de una magnífica fotografía. Como es habitual en sus producciones es Janusz Kaminski quien nos pone en escena una imagen impecable de la obra, haciendo uso para esta ocasión de tonos bastante apagados en concordancia con la época de guerra e incertidumbre en la que se desarrolla la obra. Visualmente es una maravilla a pesar de no ser un film que tenga largos exteriores o excesivas escenas impactantes, visualmente hablando.

El trío de directores habituales en las obras del californiano lo cierra el  veterano maestro John Williams. A pesar de anunciar su retirada, nos regala como última gran composición una música preciosista, muy melódica y con fuerza, como es habitual en sus partituras. Los pentagramas encajan perfectamente con la trama, enfatizando aún mas las miserias y grandezas de uno de los personajes mas influyentes de la historia del mundo moderno.

Con doce nominaciones a los Oscar, Lincoln se sitúa en la cabeza de las listas para llevarse los galardones más importantes del pasado 2012. Sería injusto decir que tanto la puesta en escena, como las interpretaciones y el aspecto visual no son de una firma sobresaliente pero, por desgracia para nosotros, quizás la historia la veamos demasiado lejana y poco atractiva. Este film nos sirve para contemplar que la corrupción política no es algo de nuestro tiempo, sino que viene desde mucho atrás, y puede servir tanto para el lucro personal como para hacer justicia. Este es quizás el aspecto mas sorprendente de un político que muchos tacharíamos de inmaculado, pero que tuvo que tirar de mentiras y artimañas para, eso si, conseguir un bien necesario.

El problema es que para llegar a esto, nos encontramos con un metraje excesivamente amplio, con continuos cambios de ritmo que puede resultar cansino, y que a pesar de ser una historia bien narrada y mejor puesta en pantalla, está destinado mayoritariamente al público estadounidense. Una película con una gran firma y todo lo necesario para triunfar en territorio americano, pero que fuera de sus fronteras va a tener el handicap que no todo el mundo va a saber apreciar la enorme calidad del film.

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