De un tiempo para acá estaba tomando más fuerza el sistema de mostrarnos falsos documentales o imágenes captadas por cámaras caseras para dar una mayor sensación de realidad. Una moda que comenzó con el Proyecto de la Bruja Blair y han seguido otras como Grave Encounters o la saga Paranormal Activity.
En esta ocasión no se ha optado por lo anterior y se ha recurrido al método clásico de cine del género, contando la historia de la forma habitual y ahorrándonos unos cuantos dolores de cabeza. La trama nos lleva hasta un antiguo internado donde están ocurriendo sucesos que se escapan de lo común. Para intentar descubrir su origen se contratan los servicios de Floren Cathcart, una escéptica escritora que dedica su vida a desenmascarar cuantos mediums y videntes se le ponen delante.
Es por ello, y creyendo que los extraños hechos que ocurren en Rookford son causados por algunos de los internos, Robert Mallory, director del centro contacta con Floren que va a vivir una serie de situaciones totalmente nuevas e inquietantes para ella.
Con este planteamiento se desarrolla el guión escrito por Stephen Volk. En un primer momento podemos ver que la hora y media larga que dura el film está lleno de tópicos en las historias de lugares encantados, donde no faltan los rincones inquietantes, las muertes en extrañas circunstancias y los sobresaltos que en más de una ocasión nos harán saltar del sillón. Pese a ello, la película dirigida por Nick Murphy sabe captar la atención del espectador y mantenerla a lo largo del metraje. Si bien la historia puede parecernos haberla visto antes, todas las claves son escondidas con cuidado, mostrando las cartas poco a poco y consiguiendo crear un buen clima de intriga y suspense.
Todo esto no hubiese sido posible sin el buen trabajo de Rebeca Hall en el papel de Floren. La actriz londinense se involucra totalmente en su rol, consiguiendo mostrar la evolución que va experimentando la escritora a medida que va abandonando ese escepticismo inicial para sucumbir a las dudas sobre la existencia de "algo" que se sale de lo científicamente demostrable.
La acompaña Domic West en el papel del director Mallory. El actor realiza un trabajo más que suficiente para este tipo de producciones, a pesar de ser totalmente secundario y en algunos momentos casi innecesario. Es la veterana actriz Imelda Staunton, que parece haberse aficionado al mundo de lo paranormal, la que destaca más dentro de los roles secundarios, cumpliendo sobradamente en su caracterización como la educadora Maud Hill.
Uno de los puntos favorables del film y muy importante dentro de las obras del género es la fotografía, ya que es uno de los pilares sobre los que ha de asentarse un film de estas características. Eduard Grau, que ya trabajase en Buried, nos oscurece toda la imagen con un toque gris que despierta esa sensación de soledad que experimentan algunos de los chicos del internado. Una imagen muy cargada de melancolia que potencian los momentos de mayores sobresaltos de la película. Todo ello armonizado por las partituras de Daniel Pemberton, un compositor acostumbrado a demostrar su talento en la pequeña pantalla. Su música acompaña en todo momento a la trama, aunque resulta algo mas melódica que lo que estamos acostumbrados en este tipo de films. Un trabajo más que aceptable para un músico que intenta abrirse un hueco en el mundo del celuloide.
Estamos ante una obra con una historia bastante clara y muy bien explicada, que tiene un par de momentos realmente buenos y que consigue darle un pequeño giro de tuercas en su desenlace que, aunque algo predecible, a muchos les cogerá desprevenidos. Una película que se deja ver, para nada se hace pesada pero que no aporta nada nuevo al género.
La acompaña Domic West en el papel del director Mallory. El actor realiza un trabajo más que suficiente para este tipo de producciones, a pesar de ser totalmente secundario y en algunos momentos casi innecesario. Es la veterana actriz Imelda Staunton, que parece haberse aficionado al mundo de lo paranormal, la que destaca más dentro de los roles secundarios, cumpliendo sobradamente en su caracterización como la educadora Maud Hill.
Uno de los puntos favorables del film y muy importante dentro de las obras del género es la fotografía, ya que es uno de los pilares sobre los que ha de asentarse un film de estas características. Eduard Grau, que ya trabajase en Buried, nos oscurece toda la imagen con un toque gris que despierta esa sensación de soledad que experimentan algunos de los chicos del internado. Una imagen muy cargada de melancolia que potencian los momentos de mayores sobresaltos de la película. Todo ello armonizado por las partituras de Daniel Pemberton, un compositor acostumbrado a demostrar su talento en la pequeña pantalla. Su música acompaña en todo momento a la trama, aunque resulta algo mas melódica que lo que estamos acostumbrados en este tipo de films. Un trabajo más que aceptable para un músico que intenta abrirse un hueco en el mundo del celuloide.
Estamos ante una obra con una historia bastante clara y muy bien explicada, que tiene un par de momentos realmente buenos y que consigue darle un pequeño giro de tuercas en su desenlace que, aunque algo predecible, a muchos les cogerá desprevenidos. Una película que se deja ver, para nada se hace pesada pero que no aporta nada nuevo al género.
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