martes, 17 de diciembre de 2013

Crítica de El Hobbit, La Desolación de Smaug


Un año ha pasado ya desde que, en diciembre del 2012,  se estrenase la esperada primera entrega de la adaptación que Peter Jackson hacía del primer gran éxito de J.R.R. Tolkien

En ella, el cineasta neozelandes nos adentraba en las profundidades de Erebor para mostrarnos la grandeza que había conseguido aglutinar la raza enana, y como se perdió todo bajo las garras y el fuego de Smaug. Con Un viaje Inesperado se nos narraba, con la magistralidad y espectacularidad con que Jackson nos tiene acostumbrados, como se formaba una compañía de enanos que, junto a un mago y un hobbit, intentarían acabar con el dragón y recuperar lo que alguna vez fue de los suyos.

Tras enfrentarse a orcos, goblins e innumerables peligros, esta primigenia entrega finalizaba con estos curiosos viajeros a varias leguas de distancia de su objetivo y, bajo la sombra de la noticia de la aparición de  un extraño nigromante planeando sobre sus cabezas.

La Desolación de Smaug nos va a contar como continua el camino de la improvisada compañía, en su intento de alcanzar el enorme macizo montañoso de Erebor, en cuyo interior descansa en un manto de inimaginables riquezas, el temido y legendario Smaug.

A diferencia de la entrega anterior, el comienzo no resulta tan espectacular, y es que la ausencia de un prólogo potente hace que al film le cueste un poco coger el ritmo. Como era de esperar, el guión se limita a continuar por donde se quedó la anterior película, que venía de la espectacular secuencia de los orcos y las águilas. Si lo miramos como una continuación, se consigue justificar que tras un momento de tanta tensión como el vivido en esos últimos minutos, la adaptación de Fran Walsh y Philippa Boyens necesitara de un espacio de tiempo para recuperar el aliento y seguir desarrollando la historia.

Es a partir del Bosque Negro, donde esta superproducción comienza a coger fuerza. Todo lo acontecido sobre las copas de los fríos y desoladores arboles, que forman el misterioso lugar, es realmente espectacular regalándonos un pequeño adelanto del enorme nivel de efectos visuales que vamos a disfrutar a lo largo de los 150 minutos de metraje.

Es a partir de este punto cuando nos encontramos con dos nuevos personajes que van a tener bastante repercusión en lo que nos queda de trilogía. Por un lado vuelve a repetir el actor Orlando Bloom en el papel que mayores alegrías le ha dado, y con el que se dio a conocer en esto del séptimo arte.

Peter Jackson aprovechó que la compañía tenía que atravesar por el aterrador Bosque Negro para tirar de cosecha propia, e introducir en la historia a Legolas, un elfo autóctono de la zona, que venía de ser uno de los personajes mas idolatrados de El Señor de los Anillos, y que ha sido recuperado para la causa.
Como ocurriese en la saga protagonizada por Frodo, las dotes interpretativas del actor británico quedan eclipsadas por su agilidad y espectacularidad en el manejo del arco y las espadas élficas, algo que agradecemos enormemente.

El otro personaje de orejas puntiagudas y melena larga que se nos presenta es el de Tauriel. La guapa actriz Evangeline Lilly, a la que recordaremos por la exitosa serie Perdidos, es la que pone en pantalla sus dotes físicas y dramáticas para acabar con orcos y embelesar a enanos y elfos a partes iguales. Las comparaciones con Arwen parecen ser inevitables, pero tal como hizo Liv Tayler en la trilogía anterior, la actriz solventa su cometido de forma eficiente y con bastante soltura.

A medida que se va desarrollando el guión, mezcla de la obra escrita por Tolkien junto con adaptaciones libres de Peter Jackson y su equipo, van apareciendo nuevos y espectaculares lugares como Esgaroth, la ciudad construida sobre el Lago Largo. En ella se presenta un nuevo y misterioso personaje que, por lo mostrado en la película, va a tener un papel fundamental en el desenlace de la trilogía. Bard, como se llama este hombre del lago, está interpretado por Luke Evans, al que ya vimos en Inmortals y en un futuro como Eric Draven en la nueva versión de El Cuervo. El galés consigue imprimir carácter a su interpretación, creando un rol que promete interesantes momentos en el devenir de la obra.

El resto del reparto principal mantiene el nivel expuesto en la entrega anterior, destacando por encima de todos Martin Freeman en el papel de Bilbo Bolson, que eclipsa al  resto de compañeros cada vez que aparece, y nos regala un nuevo face to face, como ya hiciese con Gollum, pero esta vez con el dragón. Y es que junto con el escupefuegos viviremos uno de los mejores momentos de la trilogía.

El que también repite, batuta en mano, es Howard Shore poniendo música al género que le ha otorgado gran parte de su prestigio. La partitura es muy similar a lo que nos tiene acostumbrados. Pocas diferencias vamos a encontrar con la entrega anterior, a no ser que en esta ocasión no vamos a disfrutar de los cantos de los enanos. Pese a ello la composición es muy correcta y mantiene la épica que acompaña a las potentes imágenes de Andrew Lesnie.

La Desolación de Smaug es entretenimiento en estado puro, un film de transición cargado de efectos visuales, momentos vibrantes y que deja entrever la posibilidad de disfrutar de un fin de trilogía épico y memorable. Y es que todos los indicios hacen suponer que vamos a alucinar con una batalla como nunca antes habíamos conseguido ver gracias al sistema 3D FHR



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