A comienzo de la década de los noventa se estrenaba en las pantallas de todo el mundo un film que, con un presupuesto de 65 millones de dolares, asombró a todos. Dirigida por un director tan controvertido como Paul Verhoeven, el film te sumergía en un viaje a una colonizada Marte, donde seres humanos y mutantes conviven bajo un sistema casi dictatorial. Uno de los héroes de acción de la década, como era el musculoso Arnold Scwarzenegger, se metía en el pellejo de Douglas Quaid, que cansado de la rutina diária decide simularse unas vacaciones en el planeta rojo, viéndose envuelto en una trama de persecuciones, tiroteos y mucha acción.
Veintidós años después de disfrutar de un film de ciencia ficción con mucha adrenalina y caras tan conocidas como las de una guapa y joven Sharon Stone, o el villano por antonomasia del cine hollywoodiense como era Michael Ironside, nos llega un nuevo reboot de la obra. Pero, pese a lo que podamos pensar, el guión de Kurt Wimmer y Mark Bomback nada tiene que ver con la novela de Philip K. Dick. Muchos son los guiños a la producción de Verhoeven, pero la historia es totalmente distinta.
En esta ocasión toda la trama tiene su desarrollo en la Tierra, en dos emplazamientos totalmente opuestos tanto física como socialmente. Por un lado está La Colonia, una urbe altamente masificada por la clase proletaria y baja, con un diseño muy al estilo Blade Runner. Un enorme barrio chino lleno de suburbios y el principal objetivo del canciller Cohaagen. Al otro lado del mundo, y unido por un enorme ascensor que atraviesa la tierra de punta a punta se sitúa la UFB, donde las clases mas altas conviven entre impresionantes adelantos tecnológicos y un efectivo sistema de seguridad.
Douglas Quaid trabaja como montador de sintéticos, unos androides mezclas de soldado clon con los autómatas de I Robot, que son los defensores de la autoridad en este futuro lleno de contrastes. Su feliz vida transcurre entre su trabajo y su matrimonio con una guapa agente de policía, eclipsada por una pesadilla que se repite noche tras noche y le impide un normal descanso. Es por ello que decide visitar Rekall, una empresa que mediante compuestos químicos te generan aquellos recuerdos que quieras tener, para alejarse un poco de la rutina y, de paso, hacer desaparecer ese extraño sueño que tanto le inquieta. Esta visita va a suponer un cambio en toda la concepción que tenía de el mismo y le llenara de dudas sobre su propia existencia y del mundo que percibe.
A groso modo esta puede ser la puesta en escena del film, para el que se ha contado con Colin Farrell en el papel de Quaid. El actor irlandes, que ya pudimos ver en este género de ciencia ficción en Minority Report, realiza un trabajo bastante eficaz, pero no consigue alcanzar el nivel de carisma que Schwarzzeneger tenía en el celuloide original. Pero dejando de lado pequeños matices, en este tipo de papeles lo que mayor importancia tiene es interpretar bien las coreografías y tener un buen físico para ello, cosa que el protagonista de Ultima llamada realiza perfectamente.
Junto a el, dos de los rostros bonitos del cine del otro lado del charco. Por un lado la guapísima Kate Beckinsale en el rol de Lori, la esposa de Douglas Quaid. Acostumbrada a verla en films de acción, no nos sorprende su soltura en las escenas con mayor dosis de adrenalina, convirtiendo a esta "cariñosa" esposa en una auténtica terminator que, para agrado del género masculino, dura mucho más en pantalla que su homónima en la versión de 1990.
En el lado opuesto a esta antiheroína nos encontramos con una no menos atractiva Jessica Biel, el auténtico amor de Douglas y una de las principales cabecillas de la resistencia. Su interpretación, sin llegar a ser mala, es de las mas flojas dentro de los papeles principales, quedando en todo momento eclipsada tanto por Farrell como por Beckinsale. No podemos decir que no cumple con su papel, pero le falta la fuerza y la puesta en escena que tenía la Melina original, a la que daba vida Rachel Ticotin.
El resto del reparto son caras menos conocidas para el público en general como las de Bryan Cranston o Bokeem Woodbine, que pasan sin pena ni gloria por la historia, siendo indiferente de haber escogido otros rsotros para dar vida a sus personajes.
Len Wiseman, al que recordaremos por dirigir La Jungla 4.0 o escribir los guiones de la saga Underworld (que casualmente protagoniza Beckinsale), fue el elegido para dar forma a este "remake" que ya fue criticado desde que se planteó la idea. Al director de origen californiano no podemos ponerle ningún pero, ya que de un guión bastante plano ha obtenido un producto muy atractivo visualmente que no se hace para nada pesado. Quizás el comienzo del film pueda parecer algo lento, pero una vez que van aconteciendo los hechos, va acelerando su ritmo hasta lograr que las casi dos horas de metraje pasen sin darte cuenta. Y todo ello a pesar de haber alargado en exceso una de las escenas que tenía en común con el film de Verhoeven, haciendo interminable la escena donde se intenta convencer a Quaid que todo es producto de los químicos suministrados en Rekall.
Para la fotografía nos encontramos con Paul Cameron, un habitual en los thrillers y que realiza aquí su primera incursión en los mundos de la ciencia ficción. Nos deleita con dos fotografias contrastadas, una para cada polo del planeta. La colonia la muestra como un lugar de vida nocturna, llena de luces y neones para enfatizar que la población residente trabaja durante todo el día y únicamente tiene algo de vida en horas intespectivas. En el lado opuesto se nos presenta lo que es una gran ciudad capitalista, utilizando para esta ocasión tonos fríos, que nos hacía recordar mucho el film de Steven Spielberg, Minority Report. Es imposible no ver similitudes de diseño entre ambas obras, incluyendo decorados, vehículos o el sistema magnético por el que se desplazan los automóviles, algo más caótico en esta Total Recall. Visualmente es un espectáculo y mucha culpa de ello lo tiene este director de fotografía.
Uno de los puntos que mas habían marcado la producción de los noventa era la impresionante banda sonora compuesta por el desaparecido Jerry Goldsmith. Su tema central, muy utilizado en todo tipo de espectáculos, tenía una fuerza que supuso uno de los sellos del film. Con solo nombrar las palabras Desafio Total, automáticamente se nos venía la pegadiza melodía a la cabeza que nos acompañaba para el resto del día. Eso, desgraciadamente no ocurre con esta nueva versión, siendo la composición de Harry Gregson-Williams más funcional que la de Goldsmith. La partitura funciona bien en el film, añadiendo mucha carga a las ya de por sí intensas escenas de acción, pero con el handdicap que alejándola del film carece de todo sentido. Una banda sonora que acompaña bien a la película y que cumple en su cometido, pero que no va a ser de las que llevemos habitualmente en nuestro reproductor mp3.
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero es imposible ver un remake sin buscar similitudes con su antecesora. Para mi ha sido todo un acierto no repetir historia, ya que eso no hubiese hecho mas que inmolar esta nueva versión, sobre todo teniendo en cuenta que la de Verhoeven ha envejecido bastante bien y que no hubiese aportado nada nuevo. En su lugar nos encontramos con una entretenida obra de ciencia ficción, repleta de momento intensos, bien coreografiada y con muchos guiños a la película original. Una producción de 125 millones de dolares, que a pesar de no haber funcionado como se esperaba en taquilla, ofrece una buena oportunidad para disfrutarla tranquilamente en el sofá, acompañada de un refresco bien frío y un bol de palomitas.
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