Con esta ya son cinco las entregas que han pasado por las salas cinematográficos del conflicto entre humanos y androides ideado por James Cameron. Lo que comenzó siendo un producto, más propio de la serie B de los años ochenta, ha ido involucionando hasta esta segunda década del siglo XXI, en un nefasto intento de dar continuidad de algo que no debió pasar del Día del Juicio Final.
Si con Terminator 3 se dejó bastante claro que la idea original no daba para más, años mas tardes Terminator: Salvation intentó dar una nueva continuidad a una historia, que no podía dilatarse más. A pesar de no ser un producto tan deleznable como su predecesora, no llegó a funcionar como querían sus creadores tanto en taquilla, como entre los cada vez mas críticos seguidores de la saga.
Hemos tenido que esperar hasta el 2015 para volver a ver, en las carteleras de los cines de todo el mundo, un nuevo intento por resucitar un producto que, a diferencia del T800 si es antiguo y obsoleto. Y no porque las cifras y las críticas no hayan ayudado mucho, sino porque desde sus cimientos la construcción del guión dejaba muchas lagunas insalvables.
La historia comienza en ese futuro apocalíptico, donde un pequeño reducto de humanos intentan hacer frente al poderoso imperio artificial y tecnológico de SKYNET. Con el legendario John Connor a los mandos, poco a poco han ido ganándole terreno a las máquinas, confluyendo en lo que podría ser una última batalla que eliminase cualquier esperanza mecánica.
La única posibilidad de SKYNET es enviar un T800 al pasado y enlazar así, teóricamente, con la primera de las entregas dirigidas por James Cameron. Pero no todo va a ser tan sencillo....
Con esta premisa el film, dirigido por Alan Taylor, a base de potentes escenas enfrentando humanos y terminators, consigue que de principio nuestro hipe se venga arriba. El cineasta, que hizo su debut en la gran pantalla con la secuela de Thor, imprime fuerza a estas primeras escenas cargadas de mucho fx digital, cuyos resultados no terminaron de convencer a todos.
A partir de aquí el interés del film se va diluyendo como un azucarillo en una taza de café caliente. La historia, ideada por Laeta Kalogridis y Patrick Lussier, comienza a complicarse de una manera totalmente innecesaria y poco práctica. Si el hecho de realizar viajes en el tiempo hace complicado en muchas ocasiones plantear una trama, cruzándolos e introduciendo en ellos personajes "supuestamente" fuera de guión, hacen que el hilo argumental pierda credibilidad y la historia comience a hacer agua por muchas partes.
La idea del T1000 de metal liquido, morfológicamente adaptable, fue uno de los grandes valedores de la segunda entrega de la saga, considerada por muchos la mejor de todas. Pero ha llegado un punto en el que se ha abusado de este tipo de terminator, que pasa de ser increíblemente asombroso a enormemente repetitivo. Una cosa es querer hacer un guiño, como ocurre con muchos detalles del film, a las películas más antiguas, pero repetir todos y cada uno de los planos, era algo totalmente innecesario.
Y aquí, recordando pequeños homenajes a sus predecesoras, llegamos al T800 interpretado por el cada vez, más envejecido, Arnold Schwarzenegger. Y es que por mucho se se empeñen desde el otro lado del charco, los años pasan factura. Interpretativamente el actor austriaco si que mantiene la linea que, entrega tras entrega, fue dando a este enorme robot, que ha pasado de ser toda una pesadilla mecánica a un entrañable abuelete. Lo que resulta cuanto menos, curioso, es que su piel artificial sea capaz de regenerarse, pero al mismo tiempo tenga la cualidad de envejecer... cosas de Hollywood.
Junto al protagonista de Conan, tanto las antiguas como la que está por venir, comparte protagonismo Emilia Clarke, más conocida por ser Daenerys Targaryen en la exitosa serie Juego de Tronos. La actriz londinense no lo hace nada mal, alejándose del personaje por el que se hizo famosa, para ofrecernos una Sarah Connor distinta a lo que estábamos acostumbrados a ver, tanto en carácter como en edad. A pesar de no ser una mala elección, una actriz como Michelle Rodriguez hubiese dado ese toque más agresivo y menos femenino que debía presentar la madre de John Connor.
Un John Connor que en esta ocasión pone cara el actor Jason Clarke. Este actor australiano, que ya protagonizara la secuela del reboot del Planeta de los Simios, es uno de los puntos menos convincentes del film. Y más que por el mismo, por el poco carisma que tiene, dentro de este guión, el personaje al que interpreta. Es todo un desacierto del guión en desmitificar, de esta manera a John Connor, uno de los grandes abanderados de la saga, que es ninguneado de forma totalmente gratuita, por los encargados de idear este Terminator Genesís. Y para colmo de males, no contentos con los androides de metal líquido, se las ingenian para introducir en la historia un nuevo engendro mecánico realizado a partir de pequeñas y diminutas partículas ferromagnéticas capaces de combinarse con las células humanas para crear un ser prácticamente indestructible.
El cuarteto protagonista lo completa el rol del guapete y fuertote de turno, que en esta ocasión recae sobre el actor australiano Jai Courtney. Conocido por ser una de las caras principales de la saga Divergente, su actuación en el film no destaca excesivamente, pero tampoco se le puede hacer ningún reproche. Cumple con un papel que podría haber hecho cualquiera de los actores de acción de la nueva hornada.
Siguiendo con los aspectos más artísticos del film, hay que mencionar la fotografía de Kramer Morgenthau, que ya trabajó a las ordenes de Alan Taylor en Thor: El Mundo Oscuro. Su aportación es de los aspectos más destacados de esta superproducción, tanto en su concepción del mundo dominado por las máquinas, como de ese ese pasado ochentero y posterior presente distópico.
Todo esto amenizado por los acordes de la partitura de un casi desconocido Lorne Barfe. Este compositor, que hasta ahora se había prodigado más en televisión, aprovecha todo lo aprendido de un maestro como Hans Zimmer, para ofrecernos una composición con bastante fuerza, repleta de vibrantes movimientos que mantienen el ritmo de la acción. Además, no se olvida del tema original compuesto por Brad Fiedel, al que recurre en muchas ocasiones a lo largo de las dos horas de metraje.
Podemos terminar diciendo que Terminator: Génesis es un producto totalmente innecesario y fruto de la crisis de ideas que están sufriendo los guionistas de todo el mundo. Es cierto que cada vez es más complicado sorprender al espectador, pero claramente este no es el camino. Sobre todo si en la historia se cargan los mitos que se han ido forjando desde hace más de treinta años.