domingo, 4 de enero de 2015

Crítica de El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejércitos


La espera de un año para conocer el final de la nueva trilogía de Jackson llegó a su fin, tras el estreno en las salas cinematográficas de la tercera entrega del Hobbit.

La historia, que comenzaba donde la dejó la desolación de Smaug, nos narra el desenlace final del poderoso y ancestral dragón, así como las consecuencias del legado del tesoro que custodiaba.

Con estas premisas Peter Jackson pone punto y final a una libre adaptación de la obra primigenia del maestro de la literatura anglosajona J.R.R. Tolkien. Un film, que a diferencia de los anteriores, centra la mayor parte de su contenido en los efectos especiales y la acción, ofreciéndonos más de dos horas de un gran espectáculo audiovisual.

Lo que si es cierto es que alargar un libro, con una extensión tan limitada, buscaba más un fin comercial que el puramente artístico. Por ello, la obra corría el peligro de caer en un aluvión de críticas, cosa que ha sucedido y además con todo merecimiento.

Peter Jackson y su equipo deberían haberse limitado a contar lo que Tolkien había escrito en el relato original, dejando de lado los apéndices, anotaciones y borradores del escritor inglés. Al utilizar tanto material, en muchos casos de dudosa procedencia, no han hecho mas que estropear y alargar un argumento que se podría haber contado, perfectamente, en una hora de metraje.

Y es que lo mejor de esta tercera entrega, para nuestra desgracia, ocurre durante la primera media hora de película. Además, curiosamente, es la única parte adaptada del relato original. Una vez esto ocurre, nos encontramos con  una serie de situaciones muy forzadas con la única finalidad de mostrarnos una nueva batalla que incluir en el currículum épico del director neozelandes.

Como ya ocurriese en El Abismo de Helm y, posteiormente, en Minas Tirith, las tomas bélicas resultan realmente espectaculares, pero no consigue en el espectador el efecto logrado con las de la antigua trilogía. A pesar de los intentos, el efecto sorpresa carece de protagonismo, mostrándonos algo que ya habíamos visto. Se han vuelto a repetir los patrones anteriores, incluidos los movimientos imposibles de Legolas, que en ocasiones nos recuerda que se encuentra protagonizando un juego de plataformas, más que combatiendo orcos.

Además, el Señor de los Anillos jugaba con la historia paralela de Frodo y Sam intentando llegar al Monte del Destino, intercalándolos con las escenas de batalla. En este tercera entrega del Hobbit esto no ocurre, consiguiendo que el espectador desconecte y pierda parte de interés en el resultado de la misma.

El reparto ya había aparecido, casi al completo, en las otras dos entregas anteriores, manteniendo el mismo nivel interpretativo. Es el actor Lee Pace, dando vida a Thranduil el que gana en minutos en pantalla, si lo comparamos con las otras películas. Junto a el vuelven a repetir Orlando Bloom, Ian McKellen, Martin Freeman y Evangeline Lilly que protagoniza una de las historias de amor menos creíbles que hemos visto.

Andrew Lesnie como director de fotografía y Howard Shore componiendo la épica banda sonora del film son lo que consiguen, junto a los creadores de los efectos audiovisuales, elevar la nota de una película bastante mediocre y que ha dejado muy decepcionado a la mayoría de los seguidores de la obra de Tolkien.

Mucho tiene que cambiar la versión extendida que, a buen seguro, Peter Jackson sacará en los formatos domésticos dentro de unos meses. Una lástima que tras deleitarnos con una de las mejores trilogías de la historia del celuloide, nos cierre una nueva saga con un metraje sobredimensionado, estirando una historia que no aporta nada al mundo de la Tierra Media más allá de la aventura de la compañía de los enanos y el hobbit en su conflicto con Smaug.

Un film entretenido, pero que no va a pasar a la historia como el gran cierre de una trilogía que nuca debió ser tal. Estoy convencido que se cogemos únicamente los fragmentos de las tres obras, que coinciden con el libro de Tolkien, queda un resultado muchísimo mas redondo y atractivo para el espectador que lo ofrecido a lo largo de estos tres años de espera.
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