viernes, 21 de noviembre de 2014

Crítica de Interstellar


Christopher Nolan es de esos directores que despierta gran hype cuando su nombre aparece en los medios de comunicación. Si con su adaptación de un Batman oscuro y sombrío, se hizo un hueco entre los grandes directores del momento. fue con Inception (Origen) cuando se consagró como uno de los cineastas mas visionarios y originales de este comienzo de siglo.

Cuatro años han pasado desde que, con El Caballero Oscuro: la Leyenda Renace, el director londinense estrenase su ultima superproducción. No ha sido hasta este 2014 cuando hemos tenido la oportunidad de disfrutar de su último trabajo.

Con un guión creado junto a su hermano, Jonathan Nolan, el film nos traslada hasta un futuro no muy distinto de lo que conocemos hoy en día. Nuestro planeta se está volviendo estéril, por lo que los cultivos han enfermado y con ello la mayoría de sustentos alimenticios. Uno de los granjeros que sufre este fatídico devenir es Cooper, un expiloto de la NASA que, tras un desafortunado suceso durante un aterrizaje, decidió dejar de lado su antigua vida y dedicarse a las labores del campo.

El ingeniero aeroespacial está experimentando una serie de extraños fenómenos físicos en su casa, más concretamente en el cuarto de Murph, su hija. Es durante una gran tormenta de arena cuando Cooper y su hija descubren unas anomalías gravitatoria en el dormitorio de la niña, a través de la cual descifran un código binario que esconde en su interior unas misteriosas coordenadas.

Con estas premisas comienza un film muy emotivo, viajando a través de galaxias y universos totalmente desconocidos. Casi tres horas de viajes interestelares plasmados magníficamente por la austera y efectista fotografía de Hoyte Van Hoytema. Sus minimalistas escenas del espacio exterior, son toda una gozada para nuestros sentidos. Largos planos secuencias que nos regalan unas vistas espectaculares del "lento" viaje de la nave que ha de transportar a la expedición, en la búsqueda de un planeta alternativo en el que podamos asegurar la continuación de nuestra especie.

Una expedición encabezada por Cooper, al que da vida uno de los actores más de moda. Matthew McConaughey, recientemente galardonado con el Oscar al mejor actor por su enorme actuación en Dallas Buyes Club, es el personaje principal del film, dando vida al piloto que ha de guiar el último halo de esperanza de la humanidad. Su actuación, como cabría esperar, es sobresaliente llevando una gran parte del peso de la película. Tiene escenas realmente emotivas, destacando sus reacciones cuando consigue recibir los videomensajes procedentes de su familia en la tierra,

Junto a él encontramos a otra de las actrices que triunfó en la anterior gala de los premios de la Academia. Anne Hathaway, que con Los Miserables alcanzó el top interpretativo, está bastante frenada en esta ocasión. A un papel bastante secundario, hay que añadirle una falta de feeling con el personaje de Cooper. A pesar de tener su momento lacrimogeno, con un imponente monólogo sobre el amor, no consigue despertar plenamente en el espectador las sensaciones buscadas.

Jessica Chastein es el otro papel femenino del film. Su presencia a lo largo de los 180 minutos que dura la obra, es más bien escasa. La acrtíz californiana cumple con suficiencia como dolida hija de Copper, pero no será recordada como uno de sus mejores papeles. Es curioso que Mackenzie Foy, en su papel de Murph en su etapa infantil, tenga un rol mas destacado que el de su etapa adulta. 

Es Michael Caine uno de los habituales en los repartos de Nolan. El veterano actor, que lleva trabajando con el cineasta desde The Prestige, vuelve a dar una lección de lo que debe ofrecer un actor secundario. En las pocas ocasiones en las que aparece en pantalla esta soberbio, teniendo gran peso específico en el desarrollo del guión.

Una aparición inesperada dentro el poderoso casting realizado, es el de un poco pasado de peso Matt Daimon. Una sorpresa la aparición del actor nacido en Boston, en su papel de Dr. Mann. El personaje al que da vida no deja de sorprendernos con sus aptitudes desde que es despertado de su largo sueño.

Hay dos "actores" que, sin ser de carne y hueso, adquieren un papel protagonista por méritos propios. Desde que el primero aparece en una genial escena, interrogando al estilo "poli malo" al personaje de Copper, nos vamos dando cuenta del especial carisma de estos androides de extraña pero efectiva forma. Ellos son los que dan las pequeñas pinceladas de humor del film, necesarias para romper con la monotonía dramática del guión.

Pero si por algo está dando que hablar esta superproducción es por el amplio trasfondo científico que carga a sus espaldas. Agujeros de gusano, la teoría de la relatividad y agujeros negros coexisten, con un particular protagonismo, a lo largo del metraje de la película. La explicación dada sobre los famosos pliegues de los agujeros de gusano, por los que podemos viajar de una forma simplificada en el espacio, no nos es desconocida, ya que en el thriller futurista Horizonte Final, nos era explicado de forma similar. Lo que si deja bien claro es la relatividad del tiempo en los distintos puntos del inmenso universo, donde lo que allí pueden ser horas, en el agónico planeta tierra pasan a ser años.

Es quizás el famoso agujero negro y lo que ocurre en su interior, lo que más debate está despertando entre los, cada vez más, aficionados a la astrofísica. A diferencia de los aspectos anteriores, este no tiene una base científica tan bien fundamentada y sólida. Es por ello que Nolan ha dado su propia interpretación de lo que ocurre al atravesar este gran desconocido. Un hecho fundamental para cerrar la historia y darle un sentido más metafísico que científico al devenir del film.

Interstellar es sobre todo una apología a la naturaleza humana y ese sentido de responsabilidad de mantener la perpetuidad de nuestra especie. Una utopía que sirve de excusa para esconder el verdadero egoísmo del ser humano, cuyo instinto mas irracional es el de su propia supervivencia como individuo y el de sus descendientes más directos. Todo ello envuelto con el siempre efectivo termino del amor, que es recalcado en más de una ocasión por estos viajeros espaciotemporales.

Viajes que nos ofrecen paisajes realmente impresionantes de planetas de muy diversa naturaleza. Olas gigantes, paisajes helados y grandes nebulosas coloridas compiten por quedarse grabadas en la retina del espectador. Todo ello envuelto por la prodigiosa firma musical de Hans Zimmer, otro de los que siempre acompañan al director de la película. Su partitura es magistral, llevando las preciosistas imágenes del espacio exterior a tal nivel, que te dejan embobado durante los largos y lentos planos secuencias del viaje de la Endurance.

Resumiremos diciendo que esta película tiene un contenido bastante denso y bien fundamentado en casi todos los aspectos. Es cierto que algunos fenómenos han sido enmascarados, de forma que hay que hacer un acto de fé para creerte lo que el guión te cuenta. Pero si colocamos todo esto en una balanza, esta se inclina hacia la espectacularidad y el buen desarrollo dramático de la obra. Todo ello con el sobresaliente sello de su director que es capaz de que mantengas la atención puesta en la pantalla durante las tres horas de duración de este viaje a través de agujeros de gusano, planetas de paisajes increíbles y agujeros negros de alta densidad.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Crítica de The Warriors, Los Amos de la Noche


El final de la década de los setenta, en lo referido al mundo del séptimo arte, se caracterizó por el comienzo de grandes sagas. Alien o La Guerra de las Galaxias son algunos ejemplos de estas exitosas producciones, que se encumbrarían en la década posterior.

En 1979 aparecía, de la mano de Walter Hill, un film que nos metía de lleno en el mundo de las bandas callejeras que dominaban las calles neoyorkinas. El director californiano sería posteriormente más conocido en su faceta de productor, con títulos tan notables como todos los films que completan el universo de Alien.

La historia, guionizada por Sol Yurik y David Shaber, nos traslada hasta  un Nueva York inmerso en batallas por el control de las calles. BaseBall Furies, Destroyers o The Lizzies son algunas de las bandas que han sido llamadas a una concentración organizada por Cyrus, el líder de los Riffs. Durante un emotivo discurso del hombre que, ha de guiar el intento de unificación de todas estas pandas, Luther de los Rogues, atenta contra Cyrus, culpando a la banda de los Warriors del asesinato. A partir de aquí Los Warriors comienzan una fatídica carrera de supervivencia, por las calles de Nueva York, sorteando a bandas rivales y brigadas policiales para llegar a Coney Island, su zona de control y el único lugar seguro de la ciudad para ellos.

Con esta vibrante premisa se presenta una película muy de la época, con una puesta en escena que nos recuerda a las viñetas de un comic. Desde ese primer incidente en el cónclave de bandas, la historia va tomando un ritmo vertiginoso, casi tan acelerado como las carreras de los protagonistas para escapar de las inmediaciones del lugar donde ha tenido lugar es fatal desenlace.

Andrew Laszlo es el director de fotografía de este film y de otros éxitos de la década de los ochenta como Acorralado o El chip prodigioso. Impregna al film una atmósfera de incertidumbre y tensión, potenciada gracias a que la mayoría de las escenas ocurren en los nocturnos y poco iluminados exteriores de Nueva York.

Es un habitual de las series televisivas como Barry de Vorzon, el que le pone música a la película. Combina movimientos rápidos y adrenalíticos con temas propios de la época, enfatizando aún más el infierno que sufren los protagonistas en su complicada huida.

Un reparto de actores no muy conocidos, y que encabeza un jovencísimo Michael Beck. Tras debutar en Madman, esta producción supuso su verdadero estreno en la gran pantalla. El intérprete encaja perfectamente con su rol de tipo duro con actitudes chulescas y cualidades de líder.

Junto a él, encontramos a Deborah Van Valkernburgh, una de las pocas féminas que aparece en la hora y media de metraje. Su actuación podemos calificarla de eficiente, sin grandes alardes interpretativos, pero suficiente para lo que el guión exigía.

Es David Patrick Kelly quien realiza la interpretación mas notable del film. Su Luther, como el villano de la historia, es sobresaliente, sobre todo por lo desquiciado y desequilibrado del personaje. El actor, nacido en Detroit, consigue que te creas su personaje desde que aparece en pantalla hasta la escena final.

Los Amos de la Noche es una de esas obras que, a pesar de nacer a finales de los setenta, puso las bases del cine de acción de la década dorada de los ochenta. Una película cargada de adrenalina, con una buena duración, que tuvo una crítica muy positiva. Éxito que años mas tardes se reflejó cuando se adaptó la historia a un videojuego.
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